Las circunstancias de los últimos años de Mahler y el carácter de algunas de sus obras han dado pie para que se le considere como un artista arquetípico de fin de siglo, obsesionado con el deseo de muerte, alguien que pronuncia un persistente y mórbido adiós a la belleza del mundo, que anuncia estar listo para abandonarlo. En fácil observar cómo esta leyenda cobró vida después de 1907, año en el que Mahler se vio obligado a renunciar como director de la Ópera de Viena, luego de enterarse que su condición de corazón le restringiría su estilo de vida a partir de ese momento, además del indecible dolor de haber perdido a su hija mayor, María, de tan sólo cuatro años de edad. Este golpe triple fue sorprendentemente augurado en el Finale de la Sexta sinfonía terminada tres años antes.
De las diez sinfonías, la Sexta es quizá la más clásica en cuanto a diseño, carácter y tratamiento del material. La relación orgánica entre temas es lógica y estrechamente unida. Es la respuesta a aquellos que consideran a Mahler un compositor indisciplinado. Tres de los movimientos están en la misma tonalidad, la menor. Muchos músicos de la actualidad consideran la Sexta como el paradigma de la música orquestal contemporánea, a pesar de no haberse estrenado en Estado Unidos hasta que Mitropoulos lo hiciera en Nueva York en diciembre de 1947, cuarenta y dos años después de su creación. Lo mismo sucedió en Inglaterra, en donde el estreno se dio hasta 1950!

La Sexta fue escrita en Maiernigg, Carintia, donde Gustav y Alma, junto con sus dos hijos, pasaban buena parte de los veranos. Mahler completó dos movimientos en 1903 y los últimos dos fueron acabados en una versión sintetizada de la partitura un año después. La vida de Mahler pasaba por un buen momento. No empero, en esta época escribió los últimos dos Kindertotenlieder y el trágico final de esta sinfonía.
Mucho se ha discutido sobre el aspecto premonitorio de la obra, en particular por los tres golpes de martillo del último movimiento, los tres golpes del destino, siendo el tercero un golpe fatal. Mahler tenía tal superstición sobre la naturaleza profética de este movimiento que sustrajo el tercer golpe (compás 783), dejando más bien anémico a un movimiento climático (aunque varios directores ahora lo integran). Durante su estreno en 1906, Mahler estaba lleno de dudas respecto a toda la obra, en especial el movimiento final. Esto fue con toda probabilidad porque le importaba mucho la opinión de Richard Strauss, quien pensaba que la sinfonía estaba sobre-orquestada. La Sexta termina en tragedia, pero los tres primeros movimientos y mucho del Finale, no son para nada trágicos –y cualquier superstición que acunara Mahler al dirigir esta pieza, no le impidió componer la mucho más jubilosa y optimista Séptima en 1904-1906.
La Sexta adquiere su unidad orgánica de un leitmotiv simple y hasta primitivo que aparece en todos los movimientos, excepto en el Andante, que quizá sea usado para representar el destino, que suena usualmente en los metales y el oboe. La naturaleza sin remordimientos de esta música se enfatiza por el hecho que toda la sinfonía está en la misma medida de 4/4, con la excepción del Scherzo y cuatro compases del Andante.