El bueno de Gioachino Rossini, mejor conocido por sus colegas como Il signor crescendo por razones que no hace falta explicar, era un hombre jovial, extrovertido, amante de la buena vida y tan hábil con las palabras como con las corcheas. Es muy posible que el aprecio del público por la música de Rossini se deba a que en sus composiciones aplicó fielmente los principios en los que creía con firmeza: “El deleite debe ser la base y la meta de este arte. Melodías simples y ritmos claros.”

Estos principios fueron aplicados por Rossini en más de 30 óperas, que forman la parte fundamental de su catálogo. Es ciertamente interesante el hecho de que si bien Rossini vivió hasta los 76 años de edad, su carrera como compositor de óperas terminó cuando tenía apenas 38 años, con la creación de Guillermo Tell en el año de 1829. Ello quiere decir que Rossini tuvo la facilidad y la inspiración para componer más de 30 óperas en el corto lapso de 20 años, para dedicarse los restantes 38 años de su vida a disfrutar de su fama, su prestigio y los placeres mundanos.

La ópera Guillermo Tell fue compuesta como parte de un plan a largo plazo a través del cual Rossini debía componer cinco óperas para la escena francesa. Sin embargo, la abdicación del rey Carlos X y la revolución de 1830 dieron al traste con los planes de Rossini a este respecto. La prolongada batalla legal que Rossini entabló para obtener el dinero que se le había ofrecido afectó sus nervios y su salud, y ya no habría de componer más óperas a partir de entonces. Este hecho se presta un poco a la especulación y la hipótesis, porque dada la facilidad con la que Rossini componía una ópera tras otra, es de suponerse que si sus planes no se hubieran visto abruptamente interrumpidos, pudo haber conformado un impresionante y enorme catálogo operístico, quizá comparable en dimensión al de Georg Friedrich Händel (1685-1759). Porque como decía el mismo Rossini: “Denme una lista de lavandería y yo le pondré música.”

Lo curioso del caso con Il signor crescendo, compositor de óperas, es que no son precisamente sus óperas lo más popular de su catálogo, sino las oberturas de esas óperas. La indispensable visita al catálogo discográfico apoya claramente esta tesis. La única de las óperas de Rossini que ha sido grabada más de un par de veces es El barbero de Sevilla, que data de 1816, y de la que existen más de una docena de grabaciones. De las oberturas de sus óperas, en cambio, existen más de sesenta colecciones discográficas distintas; entre ellas, la obertura de la ópera Guillermo Tell ocupa siempre un lugar destacado. El personaje titular de esta ópera es un héroe de leyenda de la tradición suiza, similar al Robin Hood inglés. Las hazañas de Guillermo Tell son un símbolo de la resistencia suiza contra la dominación austríaca. He aquí la historia.

En los inicios del siglo XIV Suiza se halla bajo el dominio de Austria. Un día, al pasar el patriota suizo Guillermo Tell por la villa de Altdorf en compañía de su hijo, se entera de que Gessler, el gobernador austríaco, ha hecho colocar en la plaza del pueblo un sombrero austríaco en la punta de una pica, como símbolo de la dominación. Como muestra de sumisión, todo ciudadano suizo debe hacer una reverencia ante el sombrero. Guillermo Tell se rehúsa a hacerlo y como castigo es obligado por Gessler a probar su legendaria puntería con la ballesta, tirando a una manzana colocada sobre la cabeza de su hijo. Gracias a su habilidad, Tell sale airoso de la prueba pero es mantenido prisionero por Gessler, a quien ha amenazado antes de la prueba: “Mi segunda flecha será para vos.” Tell debe ser llevado al castillo de Gessler en la orilla norte del lago Lucerna. Durante el viaje, se desencadena una feroz tormenta y Tell, experto timonel, es librado de sus cadenas para guiar la nave. Lo hace y al llegar a tierra escapa de la nave y desaparece. Tiempo después, mata a Gessler en una emboscada y su acción incita al pueblo suizo a la rebelión.

Esta es en síntesis la leyenda en la que está basada la ópera de Rossini. Su obertura, que por desgracia se ha convertido en un lugar común del humor musical (voluntario o involuntario, según quién sea el humorista) y ha sido identificada con la figura de otro héroe muy distinto, el Llanero Solitario de la televisión de antaño, narra escuetamente algunos de los episodios importantes de la acción. De hecho, la obertura de Guillermo Tell está estructurada como una pequeña sinfonía: una introducción lenta, un allegro que simboliza la tormenta, un andante y un presto final que describe el triunfo del héroe. No deja de ser irónico que siendo esta música tan popular, el público  no conozca la ópera sino solo la obertura, y de ella, solamente el final, mientras que el resto de la obertura y de la ópera es difícilmente identificable por la mayoría de los melómanos. Además de su final ciertamente brillante y llamativo, la obertura de Guillermo Tell tiene como una de sus características principales la belleza de los solos que Rossini encomendó a los instrumentos de aliento-madera a lo largo de la pieza. La furia tormentosa que Rossini evoca en esta obertura es claramente identificable con su ideología musical. Decía Rossini:

La música es un arte sublime precisamente porque, incapaz de imitar la realidad, se levanta por sobre la naturaleza ordinaria, hacia un mundo ideal, y con armonías celestiales conmueve las pasiones terrenales.

¿Y qué mejor pasión terrenal que el afán libertario simbolizado por el héroe suizo? La ópera Guillermo Tell, compuesta sobre un libreto de Etienne de Jouy, Hippolyte Bis y Armand Marast, inspirado en el drama de Friedrich Schiller, se estrenó en la Ópera de París el 3 de agosto de 1829. Casi un siglo y medio después (142 años, para ser exactos), el genial compositor ruso Dmitri Shostakovich (1906-1975) incluyó un par de sarcásticas citas de un conocido fragmento de la obertura de Guillermo Tell en su Sinfonía No. 15, que data de 1971. Dato relevante: el título original de la ópera es Guillaume Tell, y no Guglielmo Tell como podría suponerse, porque el libreto original de los señores Jouy, Bis y Marast fue escrito en francés.

Fuente: Juan Arturo Brennan para la Orquesta de la UANL