Ballet Real Danés
Coreografía: Glen Tetley
Orquesta Real Danesa, dirige Poul Jorgensen

Serge Diaghilev y sus Ballets Rusos habían debutado en París con un éxito resonante en el verano de 1909. Diaghilev y su coreógrafo principal, Mikhail Fokine, empezaron a trazar planes para presentaciones futuras en la ciudad que más apreciaba sus talentos. Fokine consideraba necesario agregar al repertorio un ballet referente a un tema folclórico ruso. Después de leer varios cuentos folclóricos, decidió que la leyenda del Pájaro de Fuego podía ser adaptada a la danza. Elaboró una escenografía en la que Katschei el Inmortal, uno de los ogros más temibles del folclore ruso, es derrotado por el Pájaro de Fuego.

Entonces llegó la cuestión crucial de decidir quién sería el compositor. La elección lógica hubiera sido Rimsky-Korsakov, puesto que había escrito una ópera sobre el tema del Pájaro de Fuego unos pocos años atrás, pero este había fallecido inesperadamente en 1908. Se pensó también en Nicholas Tcherepnin y Sergei Vassilenko, pero Diaghilev decidió encargárselo a Anatol Liadov, que había escrito una cantidad de obras orquestales basadas en cuentos de hadas. Liadov resultó ser un trabajador lento, sin embargo, y se cuenta que apenas estaba empezando a comprar el papel pautado para la fecha en que Diaghilev esperaba recibir la partitura terminada.

 Poco tiempo antes, Diaghilev y Fokine habían oído un concierto que incluía dos obras que los habían impresionado enormemente: el Scherzo fantastique y Fuegos de artificio, de un compositor joven, relativamente desconocido, llamado Igor Stravinsky. De manera que el encargo fue a dar a manos de Stravinsky. El compositor se sintió halagado al recibir el que resultó ser el primero de varios encargos del gran empresario. De buen grado Stravinsky interrumpió su trabajo en una ópera, El Ruiseñor. Componía con rapidez; Diaghilev estaba complacido con su cooperación y se sentía especialmente contento con la música. Claramente encuadrado en la tradición popular de Rimsky-Korsakov, que había sido maestro de Stravinsky, no obstante El Pájaro de Fuego era audazmente original y extremadamente colorido. El compositor no se encontraba del todo cómodo escribiendo música descriptiva, pero sabía lo importante que era el encargo y produjo exactamente lo que Diaghilev necesitaba. El ballet, si bien no es típico de Stravinsky, llegó a ser (y sigue siendo) su obra más popular. Posteriormente, en tres épocas diferentes, Stravinsky volvió sobre El Pájaro de Fuego para extractar de él suites para concierto. Estas suites se ejecutan con mucha más frecuencia que la partitura completa del ballet.

Una anécdota divertida demuestra lo popular que ha llegado a ser la obra: un desconocido una vez se acercó al compositor y le preguntó si en realidad era el famoso compositor, el señor Fireberg. (Juego de palabras con el término “Firebird”, que significa “Pájaro de fuego” en inglés).

 En cuanto la partitura estuvo lista en una versión para piano, la compañía empezó a ensayar. Mucha gente oyó a Stravinsky tocar en piano la vivificante nueva música. Una reacción típica fue la del crítico francés R. Brussel, que había sido invitado por Diaghilev a escuchar la partitura del ballet. “El compositor, joven, delgado y poco comunicativo, con ojos vagos y meditativos y labios firmemente apretados en un rostro de aspecto enérgico, estaba sentado al piano. Pero en el momento en que empezó a tocar, la habitación modesta y poco iluminada se iluminó con un brillo deslumbrante. Hacia el final de la primera escena, me había conquistado; para la última escena me hallaba sumido en la más profunda admiración.”

Originariamente, el papel principal iba a ser desempeñado por la bailarina Ana Pavlova, pero a esta la música le pareció incomprensible. Fue remplazada por Támara Karsavina, cuyo conocimiento de música era apenas rudimentario. Tuvo que acudir al compositor en busca de ayuda.

“Con frecuencia, Stravinsky venía al teatro antes de que empezara un ensayo, para tocar para mí, una y otra vez, algún pasaje especialmente difícil. Yo me sentía agradecida, no solamente por la ayuda que me prestaba sino también por la forma en que lo hacía. No había en él impaciencia alguna ante mi lentitud en comprender, ni la condescendencia de un maestro de su arte hacia lo escaso de mi educación musical. Era interesante observarlo cuando estaba al piano. Su cuerpo parecía vibrar con ritmo propio. Puntuando los staccatos con la cabeza, él me aclaraba forzosamente el patrón de su música, mucho más que lo hubiera hecho el contar los tiempos.”

Finalmente, la compañía estuvo lista para París. Hubo ensayos con la orquesta y, por fin, llegó el estreno. Fue el primer gran triunfo para Stravinsky y consolidó la reputación de los Ballets Rusos. Diaghilev posteriormente le encargó a Stravinsky otros dos grandes ballets, Petrushka y La Consagración de la Primavera, además de varias obras menores. También buscó a otros compositores importantes o prometedores, incluyendo a Debussy, Ravel, Falla y Prokofiev.

En El Pájaro de Fuego, Stravinsky enfrentó un desafío en materia de composición. ¿Cómo podía diferenciar musicalmente lo natural (Iván, la Princesa, el himno final de regocijo) de lo mágico (el Pájaro de Fuego, Katschei)?. Su idea, derivada de la ópera de Rimsky-Korsakov, El Gallo Dorado, fue inteligente.

La orquestación de El Pájaro de Fuego es espectacular. Aunque Stravinsky todavía no había cumplido los treinta años, ya era un maestro en materia de orquestación. El famoso pasaje deglissandi, armónicos naturales en las cuerdas, al final de la introducción, constituye una de las sonoridades más bellas de la pieza. Algunos de los otros efectos bien conocidos, como los glissandi del trombón y del corno francés, fueron añadidos recién cuando Stravinsky realizó la segunda suite de El Pájaro de Fuego, en 1919. El colorido impulso orquestal y rítmico de la Danza Infernal presagia el mundo brutalmente primitivista de La Consagración de la Primavera, compuesto tres años después.

 Fuente: hagaselamusica.com