Ballet Basler, coreografía de Heinz Spoerli
Academy of St. Martin in the Fields, dirige Sir Neville Marriner

Stravinsky comenzó el ballet Pulcinella en el verano de 1919 y lo completó el 20 de abril de 1920. Fue estrenado el 15 de mayo de ese año por los ballets rusos, en la Ópera de París. Qué extraño debe haber sonado Pulcinella de Stravinsky en 1920 —música del siglo XVIII, encantadora, ingeniosa, contrastantemente distinta del hombre que había conmocionado a París sólo siete años antes con el feroz modernismo de La consagración de la primavera. Pero Pulcinella era también, a su manera, radical: Stravinsky parecía estar diciendo que la música del futuro bien podría aprender de las lecciones del pasado distante. Pulcinella es considerada como la primera música del neoclasicismo. Ciertamente constituyó un cambio en el propio pensamiento de Stravinsky que bien le sirvió en los años por venir.


"Pulcinella fue mi descubrimiento del pasado", escribió el compositor — "la epifanía a través de la cual toda mi obra tardía se hizo posible". "Fue una mirada en retrospectiva, por supuesto ", dijo más tarde," pero era una mirada en el espejo, también.”


Aun con toda su importancia para el desarrollo musical de Stravinsky, la idea de Pulcinella no fue suya, sino la del gran empresario ruso Sergei Diaghilev. Hacia 1919, Diaghilev y el joven compositor ya no estaban en los mejores términos, y Diaghilev estaba decidido a arreglar sus diferencias y revivir la colaboración que había producido los míticos tres ballets rusos. Una tarde de primavera, cuando él y el compositor paseaban en la Place de la Concorde, Diaghilev propuso a Stravinsky que diera un vistazo a algunas partituras del siglo XVIII con la idea de orquestarlas para un ballet. “Cuando mencionó que el compositor era Pergolesi, pensé que estaba demente", recordó Stravinsky más tarde, teniendo en mente obras como el Stabat Mater y ópera ligera La serva padrona. Finalmente, Stravinsky prometió que daría al menos un vistazo.


"Cuando revisé la música me enamoré", recordó el compositor. Y así empezaron a planear el montaje. Diaghilev mostró a Stravinsky un manuscrito de 1700 que había encontrado en Italia, el tema de sus muchos episodios cómicos fue Pulcinella, el héroe tradicional de la Comedia del arte napolitana, y un enfoque perfecto para la acción de su propio ballet del siglo XVIII. Mientras tanto, Stravinsky había tamizado la montaña de manuscritos que Diaghilev le había dado, escogió material entre sonatas de trío, trabajos orquestales surtidos y selecciones de ópera. Más de la mitad de estas obras ni siquiera son Pergolesi, como se ha sabido desde entonces; entre los colaboradores involuntarios de Stravinsky en Pulcinella hay un puñado de compositores olvidados del siglo XVIII, entre ellos el veneciano Domenico Gallo; el Conde van Wassenaer, un diplomático holandés; y Carlo Ignazio Monza, un sacerdote de Milán.


Entonces Stravinsky se puso a trabajar de una manera totalmente nueva para él. "Comencé a componer sobre los manuscritos de Pergolesi, como si estuviera corrigiendo una obra propia del pasado", escribió más adelante. "Sabía que no podía producir una falsificación de Pergolesi, porque mis hábitos creativos son diferentes; en el mejor de los casos, podría repetirlo en mi propia voz.” Lo que Stravinsky creó fue, de hecho, algo completamente suyo. Dejó los bajos continuos del siglo XVIII y las melodías principales, pero las armonías internas, los ritmos y las sonoridades, todo tiene el sello de Stravinsky. "Lo notable de Pulcinella", dijo años más tarde, "no es lo mucho que se ha cambiado, sino lo poco que he añadido o modificado." Su logro, entonces, es más notable.


La música fue mal entendida desde los primeros ensayos. Diaghilev, esperaba una adaptación menos invasiva, como el reciente tributo de Respighi a Rossini, la Boutique Fantasque. "Estuvo durante mucho tiempo con una mirada rara, como si yo hubiera ofendido al siglo XVIII", refirió el compositor. Diaghilev ni siquiera estaba seguro si debía reconocer a Stravinsky como el compositor de Pulcinella o simplemente como un arreglista.


Stravinsky tuvo la última palabra: “me atacaron por ser un pasticheur, me reclamaron por componer música ‘simple’ y me culparon por desertar al modernismo, por renunciar a mi ‘verdadera herencia rusa’. Personas que ni siquiera conocía o respetaba gritaban ‘¡sacrilegio! los clásicos son nuestros, deja a los clásicos en paz.’ Para ellos,  mi respuesta siempre fue y es la misma: ustedes respetan esta música, pero yo la atesoro.”


El ballet tuvo su estreno en la Ópera de París en mayo de 1920. La coreografía fue de Léonide Massine, con escenografía y vestuario de Picasso –la colaboración de estos dos había sido parte del señuelo de Diaghilev. Esta fue el tercer trabajo de Picasso con Diaghilev, tras Parade, con música de Eric Satie, y El sombrero de tres picos de Manuel de Falla. Sin embargo, esta colaboración de ensueño no fue miel sobre hojuelas.


Diaghilev le pidió a Picasso rehacer el diseño dos veces y en un punto el gran artista catalán aventó sus bosquejos al piso y salio del ensayo. Al final, según el biógrafo de Diaghilev, Richard Buckle, “el resultado final, una escena de calle napolitana con estética cubista, con casas enmarcando la vista a una bahía, con un barco, el Vesubio, y la luna llena, es uno de los escenarios más bellos que se han realizado para un ballet –el impresionante piso blanco tenía que ser repintado para cada presentación–. Pulcinella fue un triunfo, "una de esas producciones", dijo el compositor, "donde todo armoniza, donde todos los elementos, temática, música, baile y escena, forman una coherencia y un "todo homogéneo ". Sin embargo, solo nos queda la música hoy. Según el compositor, el telón de fondo de Picasso terminó almacenado en la Ópera de París, donde se desvaneció irrevocablemente, salvo la luna, "cuyo amarillo había sido renovado, en parte, por los fluidos de un gato". En su vejez, Stravinsky dijo que Pulcinella era el único trabajo de Pergolesi que realmente le gustaba.


En 1922, Stravinsky realizó una suite orquestal que se ha hecho muy popular en las salas de concierto.


Fuente: Phillip Huscher para la Orquesta Sinfónica de Chicago.