Este fue el último de los tres cuartetos de cuerda encargados por el príncipe ruso Galitzin en la década de 1820, su composición se inició en junio de 1825. Los dos primeros movimientos parecen haber venido a Beethoven muy fácilmente, pero por algún tiempo estuvo indeciso acerca de la estructura del resto del cuarteto, incluso de cuántos movimientos debería tener. Pero su mayor duda era qué tipo de final requeriría –un problema que lo persiguió por más de un año.

El primer movimiento es inusual al tener una introducción lenta que reaparece en modos distintos varias veces durante el Allegro principal; se escucha dos veces en el inicio, tres veces hacia el final de la exposición y tres veces más después de la reexposición. El segundo movimiento es un Presto muy corto en si bemol menor y mayor, con metros contrastantes.

Beethoven originalmente planeó tener un tercer movimiento altamente expresivo, tipo aria, en re bemol mayor. Sus bosquejos revelan, sin embargo, que estuvo empantanado en este movimiento alrededor de un mes y eventualmente lo sustituyó con el actual tercer movimiento, marcado “poco scherzoso” también en re bemol mayor. Luego trabajó el movimiento tipo aria como una “Cavatina” en mi bemol, que utilizó para el quinto movimiento. Antes de esto colocó una suerte vals titulado “Alla danza tedesca”, que había sido escrito originalmente para cuarteto anterior (Op. 132) pero había sido desechado. La “Cavatina” es quizá el movimiento más hermoso que escribió Beethoven, está altamente cargado de intensa emoción y al parecer el propio compositor se conmovía con su belleza y profundidad.

Beethoven había bosquejado al menos una docena de temas para un posible final antes de decidirse por una gigantesca fuga. El movimiento se convirtió en algo mucho más grande que lo previsto originalmente; a finales de agosto informó que lo terminaría en diez o doce días, pero no lo completó hasta finales de noviembre. La obra fue probada ante un público reducido el 21 de marzo de 1826, pero la audiencia estaba desconcertada por la fuga, y en septiembre decidió escribir un nuevo final. Se dice que fue persuadido por sus amigos y el editor Mathias Artaria. En septiembre, sin embargo, Artaria reportó haber escuchado la fuga “completamente comprensible” como Finale. Así que la decisión de escribir un nuevo final fue sólo de Beethoven. El compositor se sentía orgulloso de la fuga y con justa razón, la consideraba como una obra de arte, e incluso produjo un arreglo para piano a cuatro manos. Esto le indujo evidentemente a usar la versión para cuerdas en una obra autónoma –la 'Gran fuga' op.133– que podría ser apreciada mejor sola que después de cinco movimientos.

El nuevo final del op.130 fue mucho más ligero, más acorde con el carácter de sus primeros bocetos para los posibles finales. Fue escrito durante el otoño de 1826 y fue el último movimiento a gran escala que Beethoven completó. Mucho se ha discutido sobre la pertinencia de su cambio, pero el final definitivo tiene la ventaja de equilibrar los movimientos mucho mejor en cuanto a longitud, así como ser más cercano del espíritu de divertimento del resto de la obra.

Fuente: Barry Cooper en The Beethoven Project