El Cuarteto op. 135 es el último que compondría Beethoven, así como la última obra completada de su vida. Fue terminado en Octubre de 1826, no muchos meses antes de su último suspiro en Marzo de 1827. Es el último eslabón de un formidable ciclo de cuartetos de cuerda que comenzó con seis valiosos sucesores a Haydn y Mozart (op.18), explotó con los tres magníficos cuartetos dedicados al Conde Razumovsky (op.59), la impresionante riqueza del op.74, la severidad críptica del op.95, floreció en una expansión trascendente con los primeros cuatro cuartetos tardíos y cerró con broche dorado con la ultramoderna Gran Fuga. Al escribir el op. 135, Beethoven sabía que sería su último: estaba muy consciente del momento de su vida. ¿Cómo entonces concluyó esta serie épica?

Luego de los deslumbrantes cuatro cuartetos previos, muchos encuentran al op. 135 mucho más convencional, clásico e incluso complaciente. Con cuatro movimientos estándar y una duración total parecida a los previos op. 18, se trata de una especie de relajación para Beethoven después de sus logros monumentales. Lo que levanta más interés por lo general es el último movimiento con su famosa inscripción “La decisión difícil” así como la especulación histórica sobre el dialogo que acompaña los dos motivos principales de este movimiento.

Esta suerte de descalificación del op. 135 no da en el blanco. En vez de un vuelta a lo convencional, se trata de una destilación. No es una relajación sino una apuesta fuerte hacia un nuevo refinamiento. Aunque evocó la forma y estilo clásico del cuarteto de cuerdas, Beethoven lo llenó de contenidos mezclados de su producción, como si dijera, “este es el primer cuarteto que hubiera escrito en ese entonces si hubiera sabido todo lo que ahora”. Quizá sólo nos dice cómo ha sido siempre. Es efectivamente un retorno al vigor fresco y robusto del Beethoven eternamente joven, pero está saturado con la música de viejo y sabio maestro. Su escala no es pequeña sino epigramática, épica dentro de un ensayo.

El Allegretto de apertura es el primer caso claro del nuevo refinamiento. Es una forma-sonata clásica construida de varios motivos que son extremamente tersos, pero llenos de personalidad musical y armados como mosaicos, una secuencia compuesta de significativa complejidad. El segundo movimiento, Vivace, es un muscular scherzo que recuerda la gran capacidad de escritura orquestal para la cuerda de Beethoven (especialmente la Sinfonía 7) coronada por la brillante voz de un solo de violín que evoca las sonatas o los conciertos. La mayoría de la música se forja en dividir el cuarteto en mitades. El Lento canta una simple canción sacra que confirma (de nuevo) que Beethoven es el más grande autor de adagios de la música occidental.

Y luego viene el Finale. Beethoven envió esta nota a su editor junto con el manuscritos final del op. 135:

“Aquí, querido amigo, está mi último cuarteto de cuerdas. Será el último; y efectivamente me ha dado muchos problemas. Ya que no me podía convencer para crear el último movimiento. Pero como tus cartas me lo recordaron, al final decidí componerlo. Y esa es la razón por la que escribí la inscripción: “La decisión difícil – ¿debe ser? – debe ser, debe ser!”


Fuente: Kai Christiansen en www.earsense.org