Sensemayá es el trabajo que atrajo la atención internacional hacia Silvestre Revueltas. Una grabación de la obra realizada por Leopold Stokowski en 1947 fomentó que las audiencias fuera de México empezaran a tener una idea de la música de Revueltas.

Revueltas murió en 1940 por complicaciones de un alcoholismo crónico, por lo que nunca alcanzó en vida la celebridad como autor que ahora tiene. La última década de su vida combino con intensidad las actividades de compositor, maestro y director de orquesta en la Ciudad de México. Entre 1928 y su muerte, Revueltas compuso unas 60 obras, entre música orquestal, de cámara, vocal, y obras de teatro, así como un puñado de bandas sonoras de películas, tales como Redes (1936) y La noche de los Mayas (1939).Revueltas tenía una variada educación musical, formada por una amplia de experiencia práctica. Después de tres años en la Ciudad de México, Revueltas viajó a los Estados Unidos, donde estudió violín y composición en Austin y Chicago. A finales de 1920, era violinista en la Orquesta del teatro en San Antonio, además de dirigir en esos años la Orquesta de Mobile, Alabama. Regresó a México en 1929, cuando Carlos Chávez, uno de los compositores y músicos más destacados del país, lo invitó para colaborar como director asistente de la Orquesta Sinfónica de México, cargo que desempeñó hasta 1935.

Estas experiencias se combinaron para hacer de Revueltas un autor sensible y perspicaz para la orquesta, además de contar con una capacidad intrínseca para expresar la cultura latinoamericana musicalmente. Sensemayá primero se materializó en una versión (aún sin publicar) para conjunto de cámara en 1937. Revueltas basó la obra en un poema que describe el asesinato ritual de una serpiente, escrito por el cubano Nicolás Guillén. El ambiente del poema, el enfrentamiento entre la vida y la muerte es capturado perfectamente por Revueltas en esta breve y vibrante obra musical, más aún en la versión para gran orquesta estrenada por el compositor en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México el 15 de diciembre de 1938. Los ritmos obsesivos (la obra se encuentra en una medida de compás de 7/8 – y ocasionalmente 7/16), la escritura casi pictórica y los metales amenazantes se combinan para crear una evocación primitiva de la ceremonia, comparable a la Rusia pagana construida por Stravinsky en la Consagración de la primavera.