En la década de 1930, la Unión Soviética se tambaleó bajo las purgas de Joseph Stalin. Cada persona sabía el terror de perder a un miembro de la familia a manos del Gulag, o por una sentencia de muerte. Los decretos oficiales del gobierno definían verdad y belleza. Los compositores tradicionales fueron declarados decadentes y su música fue prohibida. Sólo Beethoven sobrevivió la prohibición. Dentro de este contexto era escudriñado Dmitri Shostakovich, el más grande compositor soviético.

Shostakovich tenía sólo 26 cuando completó Lady Macbeth del distrito Mtsensk (1934). La ópera, que además de música vanguardista ofrecía un libreto picante, se estrenó con éxito de la crítica y el agrado popular. Dos años más tarde, tres producciones diferentes de la ópera recorrían Moscú. El mismísimo Stalin fue a una representación. A la mañana siguiente el periódico estatal Pravda condenó la obra, diciendo que corrompía el espíritu soviético. La ópera desapareció durante la noche y cada publicación y organización política en el país esgrimió ataques personales contra su autor. Shostakovich vivía con miedo, dormía en las escaleras afuera de su apartamento para evitar a su familia la experiencia de su inminente arresto.
Inseguro de cómo sería recibida, Shostakovich decidió cancelar el estreno de su Cuarta sinfonía durante los ensayos. En su lugar, estrenó la Sinfonía nº 5, subtitulada “Respuesta de un artista soviético a la crítica justa”. Como era requerido, la obra estaba llena de lirismo, de un tono heroico y de la inspiración en la literatura rusa. Aun así, muchos escuchan un subtexto de crítica desesperada debajo de las melodiosas líneas que tanto agradaban a la gente.

En lugar de escribir en el estilo ultra-nacionalista, Shostakovich escribió su Quinta Sinfonía en el modelo impulsado por Beethoven; el primer movimiento comienza como una sonata, de una sensación un tanto vacilante. De pronto algo sale mal. La música rompe abruptamente y el camino conduce hacia un callejón sin salida, una implacable repetición de tres notas. Este patrón se repite a lo largo de la sinfonía: enérgica declaración. El próximo tema se deriva de una conocida canción popular soviética. Sin embargo, al cambiar una sola nota, Shostakovich altera el significado de la música. Cumple el mandato oficial de la celebración de la cultura eslava, pero ese mínimo cambio sugiere una mayor complejidad emocional.