Rachmaninov inició la composición de La isla de los muertos en enero de 1909 y completó la partitura el 17 de abril. Él mismo condujo el estreno el 1 de mayo de ese año, en Moscú.

La primera vez que Rachmaninov vio la popular pintura de Arnold Böcklin, La isla de los muertos, fue en una reproducción en blanco y negro en Paris en 1907. El hechizo de la misteriosa imagen, con la isla solitaria y el bote fúnebre rondándola, le incitó a escribir música de inmediato, sin siquiera haber vistor la versión original a color. Cuando más adelante viajó a Leipzig para ver una de las cinco versiones diferentes que pintó Böcklin dijo que nada podía compararse a su primera impresión –incluso sugirió que nunca habría compuesto la obra si hubiera visto la pintura primero. (El cuarto lienzo hecho por Böcklin fue destruido en la Segunda Guerra Mundial, mientras que los restantes pertenecieron a Hitler por muchos años; están ahora en la colección de la Galería Nacional de Berlín.) 

Una joven viuda alemana, Marie Berna, le solicitó a Böcklin una “imagen para soñar.” En respuesta, el cuadro que le envió en 1889 –y sus secuelas, cada una como una variación musical de un tema– fue reconocido instantáneamente por la crítica como un ícono del romanticismo tardío. Por años, muchos artistas cayeron bajo su encanto –solo cuatro años después de Rachmaninov, Max Reger compuso otraa interpretación orquestal de la misma escena. Rachmaninov nunca pudo explicar del todo por qué le conmovía tanto la imagen de Böcklin ni cómo la había traducido espontáneamente a música.