En Marzo de 1784, Mozart escribió desde Viena a su padre, Leopold, en Salzburgo: “Para los últimos tres Miércoles de ceniza, comenzando el 17, he planeado tres conciertos de suscriptores en los salones de Trattner” –la espaciosa casa del noble Johann Trattner, donde Wolfgang y su esposa Constanza rentaban alojamiento, y que ostentaba un largo salón de baile donde se daban conciertos con regularidad. “Para estos conciertos ya tengo desde ahora cien suscriptores y espero otros treinta pronto… después daré academias,” conciertos privados en salones aristocráticos o en algún teatro de la ciudad.

Entre las piezas de su incipiente catálogo –Mozart escribió más de cuatrocientas obras antes de decidir “volverse organizado” –estaban maravillas tales como el Concierto para piano en mi bemol, K.449, escrito para su preciada alumna, Babette Ployer, hija de un consejero de la corte imperial; los Conciertos para piano, K.450 y K.451, en si bemol y re, respectivamente, la Sinfonía “Linz”, un grupo de arias de concierto; y el Quinteto para piano y alientos, K.452. De esta última escribió a Leopold, “considero que es la mejor obra que he escrito…” un raro pronunciamiento para un compositor nada reacio de alabar sus propias creaciones.

El Quinteto fue presentado al público por primera vez el 1o. de abril de 1784, como parte de un maratónico concierto con obras nuevas de Mozart (o nuevas para la ciudad de Viena), en el Burgtheater de la capital. El programa consistió de la “Sinfonía con trompetas y timbales” (probablemente la Sinfonía Haffner, K.385), el Concierto para piano en re mayor K.451; la Sinfonía “Linz,” una serie de improvisaciones para piano de Mozart; y otra sinfonía, posiblemente la denominada “París” de 1778, no estrenada en Viena hasta entonces.

El Quinteto cuenta con los tres movimientos de un concierto. El primer movimiento es breve, con una introducción lenta y sonora, en donde cada uno de los cinco intérpretes se le permite “presumir” su material en un poderoso tutti. Con el repentino Allegro viene una sorpresa gratificante, un tour-de-force de variedad e inspiración, cada madera presenta un breve tema –con un ensamble tan mixto Mozart no tuvo más que mantener los temas individuales tan compactos como fuera posible– y el piano actúa más como compañero que conductor del discurso; los instrumentos son presentados en pares, en combinaciones de tres, cuatro o cinco. Aunque la tonalidad de si bemol ese en