Los populares Intermezzi op. 117 pueden considerarse como el epítome de las obras tardías para piano de Johannes Brahms. Clara Schumann declaró: “con estas piezas al fin siento fluir la vida musical una vez más en mi alma.” Brahms reaccionó, como era su costumbre, de forma un tanto brusca. Aunque en ocasiones describió estos tres intermezzi como “Wiegenlieder” (canciones de cuna), rechazó formalmente este título: “debería decirse entonces, canciones de cuna de una madre infeliz o de un soltero desconsolado.”

De las veinte piezas breves publicadas por Brahms como op.116-119, catorce fueron tituladas “Intermezzo.” Brahms abandonó el término “Capriccio” luego del op.116. En general, los intermezzi son piezas introspectivas y gentiles, aunque en ocasiones presentan secciones bastante apasionadas. Quizá el compositor consideró que el término cumplía genéricamente con sus necesidades. El op.117, se compone exclusivamente de tres intermezzi; ninguno de ellos llega a ser ruidoso, a pesar de algunas melodías agitadas en los no. 2 y 3.

El Intermezzo no. 1, en mi bemol, es explícitamente prologado por una línea poética sobre un niño durmiendo (similar al prefacio poético del movimiento lento de la Sonata en fa menor op.5, en el otro extremo de la producción pianística brahmsiana). El texto de Johann Gottfried von Herder concuerda perfectamente con la música. La pieza está dentro de las más populares de las miniaturas tardías, en especial por su memorable melodía. La pieza requiere de gran sensibilidad al proyectar la melodía desde el centro de la textura, en donde radica la mayor parte del tiempo, en el canto de la oscura sección central y en el sutil canon hacia el final de la repetición. El Intermezzo no. 2 tiene una forma ligeramente más compleja que no se adapta realmente al usual modelo A-B-A que prevalece en el ciclo. Las continuas líneas flotantes del tema principal son extrañamente sombrías y tenues. La tensión subyacente del Intermezzo no. 3, que parece siempre lista para explotar, nunca lo hace, lo que da a la pieza un aire de trágica y desesperanzada resignación. Su forma ligeramente extendida es similar a aquella del op.118 no.6, donde la pasión sí rompe la barrera.