Respighi gozaba de un gran reputación cuando fue nombrado director de Conservatorio de Santa Cecilia en Roma. No obstante, la importancia de esta posición, los deberes administrativos no le gustaban. Hombre fundamentalmente simple, no tenía ni el talento ni la inclinación para ese cargo. Además, como era frecuentemente invitado a dirigir orquestas en otros países, sus carreras profesional y administrativa entraron en conflicto.

Respighi estaba ansioso de renunciar tanto al cargo de director como al de profesor. Pero el ministro de Cultura de Roma comprendía el valor de tener a un personaje tan distinguido a la cabeza del Conservatorio. Para evitar (o, como sucedió, impedir) la renuncia del compositor, el ministro arregló que los deberes de Respighi como profesor consistieran sólo en un curso avanzado de conferencias sobre composición, para el cual sólo se requería de que impartiera cuarenta conferencias al año en el momento que le conviniera. Sin embargo, Respighi renunció dos años más tarde con el objetivo de consagrarse a la composición.

A pesar de sus responsabilidades administrativas, el compositor pudo terminar la que estaba destinada a convertirse en su obra orquestal más popular -Los Pinos de Roma- durante su primer año como director del Conservatorio. El estreno tuvo lugar en diciembre.

La siguiente nota de programa aparece como prólogo de la partitura de Los Pinos: Los Pinos de Villa Borghese. Los niños juegan en los pinares de la Villa Borghese, bailan el equivalente italiano de "la ronda". Juegan a los soldados, marchando y luchando. Se agitan y chillan como golondrinas en la noche. Van y vienen en enjambres. De repente, la escena cambia.
Los Pinos cerca de una Catacumba. Vemos las sombras de los pinos que se proyectan por encima de la entrada de una catacumba. Desde las profundidades se eleva un cántico, que hace eco solemnemente, como un himno, y luego es silenciado misteriosamente.