La Sinfonía no. 7, junto a su hermana, la Sinfonía no. 8, se sitúan en un lugar muy especial en el catálogo del compositor de Bonn. Su producción musical se había atenuado en esos años de guerras napoleónicas. La anterior sinfonía, la

“Pastoral”, había sido creada en 1808; la última, la Novena, llegaría una década después, aunque algunos ubican ciertos  bocetos en 1812. Si esto es así, coincidiría con la afirmación del propio Beethoven, que escribe en mayo de 1812 a Breitkopf  y Härtel, los editores:

“Escribo tres nuevas sinfonías, de las que una está casi terminada [la Séptima], pero en la cloaca en que nos encontramos todo está casi perdido; ¡procuraremos tan solo que no me pierda yo mismo por completo!”.

Es sabido que la Séptima y la Octava fueron concebidas casi a la vez y concluidas de manera sucesiva. Así que, si es cierto que había una tercera en 1812, ¿por qué no sería el borrador de la Novena que, no obstante, durmió por más de seis años? La cloaca de la que habla Beethoven solo podía ser la situación política y militar de esos años terminales del napoleonismo. Pero había otros acontecimientos que conmocionaban al compositor en esos momentos: Su esfuerzo, quizá final, por encontrar una relación amorosa estable se encuentra en su auge y va a alcanzar el clímax con el episodio de la “Amada inmortal”, del que la celebérrima carta del verano de 1812 es consumación, y va a traer de cabeza a muchas y variadas generaciones de estudiosos respecto a la identidad de la misteriosa dama. El enésimo fiasco terminaría por convencer a Beethoven de que la “gloriosa” soledad iba a ser su compañera inmortal. Y sus problemas de salud y, particularmente, de su oído, serían acompañantes fieles de esa crisis.

¿De dónde sale esa alegría y esa solemne ceremonia representada en la Séptima? Críticos, colegas y estudiosos no han parado de preguntárselo. Su estreno tuvo lugar en Viena el 8 de diciembre de 1813 en un concierto organizado por Maelzel (hoy apenas conocido por la invención del metrónomo) y dirigido por el propio Beethoven. En el mismo concierto se interpretó La batalla de Vitoria, op. 91, dando con ello un tinte antinapoleónico claro y triunfal, ya que todo el acto estaba dedicado a los soldados heridos en la batalla de Hanau. Salieri y Hummel manejaban los cañones, mientras que Meyerbeer tocaba el bombo. La partitura, publicada en 1816, estaba dedicada al conde Moritz von Fries.

Fuente: Jorge Fernández Guerra para la Orquesta y Coro Nacionales de España. Temporada 15/16

La Séptima de Beethoven será ejecutada por la OSN el próximo 24 y 26 de febrero en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes. Para mayor información, consulte cartelera.