180. 20 de abril de 2017

El Oratorio de Pascua, BWV 249, del cual se conservan tres manuscritos, fue presentado como tal, la primavera de 1735 en Leipzig. La obra consistió en la reelaboración de material ya existente para ser empleado en alguna ocasión religiosa determinada. Se ha destacado que los tres movimientos de la introducción (u obertura) forman una especie de concerto grosso en el que las voces se unen a los instrumentos en el Allegro Final. Investigaciones a mediados del siglo pasado parecen confirmar que esos tres movimientos proceden de los numerosos bosquejos acumulados durante la composición de los Conciertos Brandeburgueses presentados en 1721.

A lo largo de su vida, Bach mantuvo muy buenas relaciones con la corte ducal de Sajonia-Weissenfels, las cuales se iniciaron durante su etapa al servicio de la corte ducal de Weimar (1708-1717). En 1713, con motivo del aniversario del duque Christian, había estrenado su primera cantata profana, Was mir behagt, ist nur die muntre Jagd (Cantata de Caza), catalogada posteriormente BWV 208.

Pero el material más importante del Oratorio de Pascua, BWV 249, fue obtenido de la cantata profana de tema pastoral, Entfliehet, verschwindet, entweichet, ihr Sorgen, BWV 249a (Huid, desapareced, alejaos, tristezas), estrenada el 23 de febrero de 1725, para amenizar el cumpleaños del duque de Sajonia-Weissenfels (cuatro años más tarde el duque retribuirá el presente otorgando a Bach el título honorífico de compositor de la corte).

Esta cantata, como todas las obras de circunstancia de la época, eran pieza de un solo uso, destinadas al olvido una vez interpretadas. Pero Bach no abandonaba sus obras, una constante es la reutilización de una misma música debidamente transformada. En las obras vocales, abundará el procedimiento llamado parodia: una obra determinada, con una nueva letra pero con la misma música. Esto permitía tanto reciclar la música de estas obras de compromiso como convertir obras profanas en religiosas, pero nunca a la inversa. Al convertirse en oratorio, su estructura y contenido musical aumentado por recitativos, apoyaron un texto nuevo y por lo tanto tuvieron un significado totalmente distinto. Eso es exactamente lo que hizo Bach con esta cantata de cumpleaños. El 1 de abril de ese mismo año (1725), para el Domingo de Pascua de Resurrección, fue interpretada en Leipzig como cantata de iglesia bajo el título Kommt, gehet und eilet. Sólo se conservan fragmentos de esta primera adaptación, pero parece ser que ya estaba concebida dramáticamente, con personajes como María la madre de Santiago (soprano), María Magdalena (alto), Pedro (tenor) y Juan (bajo).

También existe otro texto para cantata profana con la misma música: Verjaget, zerstreuet, zerrüttet, ihr Sterne, BWV 249b, estrenada el 25 de agosto de 1726, escrita para el cumpleaños del Conde Joachim Friederich von Flemming.

Cuando diez años después, se le encargó a Bach la composición de un oratorio para Pascua echó mano al ya citado material previo, sin importarle su carácter profano, y se conformó en agregar un coro al dúo de bajo y tenor. En realidad, el oratorio debería ser denominado Cantata de San Juan ya que los oratorios se basan en textos bíblicos. Pero, en la tradición del oratorio, Bach otorgó a los solistas nombres de personajes bíblicos. Además de ellos la obra requiere la intervención de un coro a cuatro voces y un conjunto instrumental que incluye tres trompetas, dos flautas, dos oboes, oboe de amor, fagot, cuerdas, timbales, clave y órgano.


El autor del texto de las dos versiones profanas de este trabajo fue Christian Friedrich Henrici, recaudador de tasas postales y poeta aficionado, más conocido por el seudónimo de Picander. Colaborador habitual de Bach en su etapa en Leipzig, fue el libretista de varias de sus obras vocales, como La Pasión según San Mateo, BWV 244.

El aspecto popular de la obra (de acuerdo con su relación profana) se manifiesta por su sencillez: tres arias separadas por recitativos y encuadradas por un dinámico dúo introductorio y un sereno recitativo que lleva a un exultante coro final. El oratorio no cuenta el acostumbrado coral ni siquiera para concluir la obra. Es notable que, aparte de la obertura y la conclusión, la Resurrección haya sido encarada "con gravedad" y que la emoción domine a la exaltación. Los recitativos están imbuidos de una singular expresividad y (para la época) inusual audacia: en dos voces, en terceras (N° 1), cuando María y María Magdalena expresan su impaciencia en ver nuevamente al Salvador, de admirable y flexible vocalización cuando Juan afirma que la promesa se cumplió (N° 10). A pesar de su gran expresividad las arias parecen más tradicionales (después de todo habían sido destinadas a complacer a los mencionados Condes); pero el acompañamiento orquestal revela coloridos esenciales siempre aclaratorios y, en páginas del mismo carácter expresivo, destellos del Bach maduro, como el oboe de amor (acompañando a la contralto) para manifestar solaz.


Redescubrimos aquí, de acuerdo con la necesidad de llegar a una concordancia musical, un nuevo aspecto de un simbolismo musical que Bach siempre respetó, pero tratándolo con tanta originalidad que olvidamos lo que actualmente nos podría parecer ingenuo (temas descendientes para el alma que sufre, escalas ascendentes para expresar júbilo, etc.).

De esta manera Bach volvió a forjar el eslabón con tradiciones milenarias, la del Evangelio y los Salmos, tal como Martín Lutero les dio nueva vida y vigor. A Bach, ferviente luterano y profundamente inspirado, aún en sus obras profanas, por la religiosidad inherente a todas las cosas, podrían dedicarse las palabras de admiración con que Michelet rehabilitó a Lutero en Francia: "Fue un verdadero cantar, libre y puro, que brotó del fondo del alma, el cantar de quienes lloran y son consolados, alegría divina entre las lágrimas del mundo, en destello del cielo... Mi corazón cantó y fue elevado: ésa es la verdadera resurrección, el renacimiento del alma..."


Fuente: refinandonuestrossentidos.com