“Experimento una especie de terror cuando, al momento de ponerme a trabajar y encontrarme ante la infinitud de posibilidades que se presentan, tengo la sensación de que todo puede ser posible… ¿Será entonces que debo perderme en este abismo de libertad?” Así escribió Igor Stravinsky en sus conferencias de 1946 en la Universidad de Harvard, reunidas, traducidas e impresas en el libro La poética de la música.

A lo largo de su carrera, Stravinsky lidió con el problema de la libertad. La composición musical para ballet de 1908, El pájaro de fuego, fue un punto de inflexión para el compositor de 28 años. Era para él un alejamiento de los compositores rusos que admiraba; y sin embargo, la música todavía afirmaba su influencia. No era el Stravinsky que hoy conocemos, se trataba de Stravinsky el estudiante de Rimsky-Korsakov y admirador de Tchaikovsky. Podría decirse que fue su primer trabajo maduro y lo estableció en el mundo de la música para crear una relación favorable con el empresario Sergei Diaghilev y los Ballets rusos en París, pero no era todavía el niño terrible de Le sacre du printemps de 1913, que resonaría en músicos, público, compositores, escritores y académicos durante el resto del siglo.

Diaghilev y Stravinsky ya habían acordado el esquema general de su próxima colaboración (que se convertiría en La consagración) cuando el empresario visitó al compositor en Lausana. Diaghilev se sorprendió al encontrar a Stravinsky trabajando en una pieza totalmente diferente, un semi-concierto para piano y orquesta. Era, según el compositor, una pieza con la que podría refrescarse creativamente. Diaghilev vislumbró las posibilidades de la pieza naciente y convenció al autor para crear una partitura para ballet. La obra terminada –Petrushka– se estrenó en 1911 en el Teatro de Châtelet de París, con Pierre Monteux dirigiendo y Vaslav Nijinsky bailando el papel protagónico. Por si fuera poco, Stravinsky estuvo a cargo de la mayor parte de la escena.

Como El pájaro de fuego, el nuevo ballet fue un gran éxito; sin embargo, a diferencia de aquella obra, Petrushka fue un crucial paso en el rompimiento del prototipo orquestal del romanticismo tardío. Stravinsky comenzó su distanciamiento de la noción de “desarrollo” y en su lugar creó contrastes con atrevidos bloques sonoros, una técnica que se convertiría en un sello distintivo de su estilo. Este tipo de composición ha sido comparado con las pinturas de Picasso y Georges Braque, donde figuras y escenas se distorsionan y abstraen, donde un objeto pintado puede estar compuesto por varios bloques de color relacionados con libertad.