Poco después de terminar su Tercer concierto para piano, Rachmaninov dejó de componer, no escribió nada nuevo de 1918 a 1926. En los últimos 17 años de su vida compuso solo seis piezas, el Cuarto concierto para piano, la Tercera sinfonía, la Rapsodia sobre un tema de Paganini y las Danzas sinfónicas. Treinta y nueve de los cuarenta y cinco opus de Rachmaninov fueron hechos antes de que él y su familia salieran de la Rusia revolucionaria en 1917, tierra a la que nunca volvería. Aunque disfrutó de extraordinaria popularidad desde que se estableció en los Estados Unidos en 1921, claramente no encontraba ese ambiente estimulante para la composición.

No está claro cuándo comenzó el Cuarto concierto. En abril de 1914 apareció en una revista que Rachmaninov estaba trabajando en una nueva pieza concertante, y en apariencia la abordó de manera intermitente en los años siguientes. Pero fue hasta 1924, animado por su amigo Nikolai Medtner, compositor y pianista, que Rachmaninov puso en marcha definitiva este proyecto. Lo terminó en 1926 con dedicatoria para Medtner. Rachmaninov le escribió que estaba preocupado por su duración: “Quizá tenga que ser escuchado en varias noches consecutivas como el ciclo del Anillo de Wagner.” Otra preocupación era que la orquesta siempre estaba activa, “es menos un concierto para piano que un concierto para piano y orquesta,” además, le apremiaba que el tema del movimiento lento fuera demasiado parecido al del Concierto de Schumann. Medtner en su respuesta dijo que no le parecía demasiado largo (de hecho es más corto que los dos conciertos previos), y minimizó las minuciosas preocupaciones argumentando que los modernistas de la época estaban en una cruzada para destruir los fundamentos de la música en que ambos creían.

Rachmaninov estaba consiente que su música estaba un paso detrás de su tiempo –esta es la década del Wozzeck de Berg, de Las bodas de Stravinsky, del Primer concierto para piano de Bartók, de las Variaciones para orquesta de Schoenberg. “Me siento con un fantasma penando en un mundo cada vez más extraño,” dijo en 1926. No puedo simplemente deshacerme del modo tradicional de escribir y no puedo adquirir el nuevo. La nueva música parece venir no del corazón sino del cerebro. Estos compositores piensan antes de sentir.”

El estreno del concierto al año siguiente en Filadelfia tuvo una acogida tibia –la crítica lo consideró esencialmente una obra del siglo XIX. Un afectado Rachmaninov volvió a la mesa de trabajo y cortó 114 compases, además de reescribir las primeras 12 páginas.