A su regreso a la casa de verano de Toblach se produjo una grave crisis en el matrimonio Mahler. Alma, quien había aceptado resignada orbitar durante una década en torno a Gustav, estaba harta de su egocentrismo. En un viaje de descanso al balneario de Tobelbad, Alma conoció al futuro padre de la Bauhaus, un joven arquitecto llamado Walter Gropius. La pasión surgió inevitablemente entre ambos y ella volvió a sentir de nuevo que era una mujer atractiva y fascinantemente seductora. Alma no pudo evitar que Gropius le escribiera apasionadas cartas. Una de ellas fue abierta por Mahler que, desesperado, llamó a Gropius, conminando a Alma a elegir entre ambos. Ella confesó entonces que no pensaba abandonarle, pese a lo cual su contacto con el arquitecto continuaría y, tras la muerte de su marido, se casaría con él.

Mahler estaba derrumbado. La crisis emocional y de sueño se solucionó visitando a Sigmund Freud en la ciudad holandesa de Leyden. Freud, que ya lo había tratado con éxito anteriormente, consiguió que viera las cosas con claridad, aunque según su propia confesión, tratar de dilucidar la naturaleza de aquella neurosis obsesiva era como “querer cruzar una galería única en una casa misteriosa”.

Sea como fuere, Mahler cambió de actitud y se tornó más atento y cariñoso con Alma. Por primera vez le dedicó una sinfonía, la Octava que estaba a punto de estrenar, y la animó a que volviese a componer, tras habérselo prohibido cuando se casaron. Fue en medio de ese contexto de querer recuperar lo perdido, en que se puso a trabajar en la Sinfonía Nº 10, proyectada como un testimonio de amor hacia su mujer. Esta nueva obra tendría cinco movimientos, al igual que “La canción de la noche” y comenzaría y finalizaría con un adagio.

Mahler tuvo tiempo de completar el gigantesco primer movimiento, que, una vez ejecutado, alcanzaría casi media hora, pero apenas pudo esbozar el resto. Tras la muerte de Mahler, Alma entregó a Bruno Walter los manuscritos de la Sinfonía Nº 9 y La canción de la tierra para que los estrenase. No hizo lo mismo con los esbozos de la inacabada Décima, que Walter le aconsejaba destruir.