Cuando nos encontramos con algún compendio, ensayo o trabajo enciclopédico sobre la música mexicana de nuestro tiempo, siempre hallamos algunas discrepancias en cuanto a la enumeración de los compositores fundamentales de hoy en México. ¿Están todos los que son y son todos los que están? En medio de estas discrepancias hay una figura que está indiscutiblemente al margen de cualquier duda de este tipo y que, necesariamente, tiene un lugar de primera importancia en cualquier historia de la música contemporánea mexicana: Manuel Enríquez.

Las contribuciones de Enríquez al panorama musical mexicano del siglo XX son muchas, pero una es fundamental: la de haber señalado por primera vez un camino directo, claro y posible hacia una música mexicana que pudiera dejar atrás los parámetros del nacionalismo que había sido, hasta la aparición de Enríquez, la única vía de expresión sonora en nuestro medio. En relación con las fases de su desarrollo musical, Enríquez afirmó lo siguiente:

Creo que en términos generales puedo apuntar tres etapas. La primera se caracteriza por un proceso de experimentación muy extenso dentro del lenguaje politonal. La segunda, en la que hay un intento de regreso a un formalismo a través de un anacrónico lenguaje serial. Y la tercera, que es una amplia incursión dentro de los lenguajes más abiertos y experimentales.

Ritual, obra orquestal compuesta por Enríquez en 1973, pertenece claramente a la tercera de las tres etapas señaladas por el compositor, por sus proposiciones sonoras y formales abiertas y flexibles. Respecto a esta obra suya, el compositor decía:

“La idea de que la mayor parte de los actos que rigen nuestra vida constituyen algo preconcebido, algo en lo que el hombre tiene que cumplir con un ritual, me ha hecho pensar en una obra que ilustre algo de mis personales vivencias a través de situaciones y sucesos. Así, esta pieza tiene pasajes de cierto misticismo y otros festivos o de simple celebración. También hay momentos de transición en los cuales aparece cierta incertidumbre anímica. Es en éstos donde he usado unos segmentos de técnica abierta en la cual los instrumentos se mueven con cierta libertad. El plan general está predeterminado, los pasajes aleatorios ya son sugeridos de antemano. El director de la orquesta es la única persona que realmente puede transformar la estructura de la obra, puesto que en determinados momentos tiene la posibilidad de construir al azar su propia forma, usando los diferentes módulos que tiene a su disposición”.