Edvard Grieg, de 25 años de edad, no pudo estar presente cuando su Concierto para piano en La menor op. 16 se estrenó en Copenhague en Abril de 1869. Tenía que atender responsabilidades laborales en medio de una situación económica complicada en Oslo, donde vivía desde 1866. El impulso idealista y creativo de Grieg fueron puestos a prueba en aquella época. Intentó establecer la Academia Noruega de Música junto con su colega Otto Winter-Hjelm, pero después de sólo un año, tuvieron que abandonar el proyecto debido a la falta de apoyo económico. La vida musical de la capital apenas ofrecía algunos conciertos y la orquesta local estaba plagada de aficionados. Por ello, Grieg trabajó en profesionalizar la agrupación sinfónica e incentivar la actividad musical de la ciudad, lo que le trajo reconocimiento como gestor cultural y director de orquesta.

Como compositor, sin embargo, Grieg fue relativamente improductivo en estos años. En el verano de 1868, viajó a Dinamarca con su familia con la intención de terminar una nueva obra para piano y orquesta. Se unió al compositor danés Emil Horneman y el pianista y compositor noruego Edmund Neupert y se instaló en Søllerød, al norte de Copenhague. En la casa de un jardinero cerca de la posada local, Grieg finalmente encontró la tranquilidad que necesitaba para dar rienda suelta a su creatividad. La hospitalidad danesa y la compañía de sus amigos músicos demostraron ser una gran inspiración. Aquí completó la mayor parte de su Concierto para piano, gracias en gran parte a un diálogo fructífero con Neupert, a quien dedicó la obra.

Cuando regresó a Oslo en el otoño, trató de completar la pieza en medio de sus compromisos de trabajo. Después de cierto retraso, la obra finalmente se estrenó en Copenhague el 3 de abril de 1869. La orquesta fue dirigida por Holger Simon Paulli, mientras que Neupert fue el solista. Entre los asistentes estaban los compositores daneses J. P. E. Hartmann, Niels W. Gade, y el famoso pianista ruso Anton Rubinstein, quienes se unieron a la audiencia en un estruendoso aplauso. El Concierto hizo su debut noruego el 7 de agosto, con Neupert al piano y Johan Hennum dirigiendo la Orquesta del Teatro de Oslo. Para decepción de Grieg, la prensa apenas reseñó el concierto. En los próximos años, el público de toda Europa habría de escuchar la obra; la premiere alemana fue en 1872, la inglesa en 1874, y pronto el concierto se tocó en Estocolmo, Bruselas, Munich, Viena, Varsovia y Praga. Hoy en día, el de Grieg es uno de los conciertos para piano programados con mayor frecuencia en el mundo.

La estructura de la obra es tradicional, en tres movimientos. En el primer movimiento, podemos escuchar la influencia de la música folclórica noruega en los ritmos de dos tiempos llamados halling. El segundo movimiento tiene un carácte lírico, en contraste con los ritmos de la danza del movimiento final donde Grieg imita claramente el ritmo de la springar, melodía bailable en tres tiempos. El sonido característico de las quintas es también una reminiscencia de dicho folclore. Son esos elementos los que hacen el Concierto para piano de Grieg tan distintivo. Es muy diferente al de Schumann, obra con que a menudo se ha comparado. A primera vista hay similitudes, en especial en sus cualidades líricas, pero es indudable que Grieg ha puesto en esta obra una cualidad muy personal.

Edvard y Nina pasaron el invierno de 1869 a 1870 en Roma. Ahí conoció a Franz Liszt, quien no ocultaba su entusiasmo por el nuevo concierto. Grieg se sorprendió cuando Liszt insistió en tocar todas las partes de piano directamente del score. En una carta a sus padres, describió este evento: “Winding y yo nos preguntábamos si él querría tocar mi concierto sin ensayar, directo de la partitura. Yo mismo creía que esto era imposible. Liszt, sin embargo, obviamente no compartía mi punto de vista. Y así empezó a tocar. Creo que una perfección mayor es imposible; tocaba la Cadenza, que técnicamente es muy difícil, perfectamente. Luego, Liszt me entregó la partitura y dijo: “Sólo siga el mismo camino, usted tiene la capacidad necesaria, no deje que nada le intimide”. No puedo expresar la importancia de sus palabras, fue como una iniciación para mí. Muchas veces cuando las decepciones o amarguras están a punto de aplastarme, mis pensamientos vuelven a lo que me dijo entonces y ese recuerdo me permite permanecer valiente “.



(Roma, 9 de Abril de 1870)


Mónica Jangaard para www.griegsociety.org