Dentro del programa del concierto de pre-gira a Italia, la OFUNAM tocará este 6 y 7 de septiembre las célebres Danzas polovetsianas de Borodin. Conozca aquí más información sobre esta magnifica obra.

Alexander Borodin era un químico de profesión, pero se le recuerda como uno de los integrantes del llamado “grupo de los cinco”, junto con Rimsky-Korsakov, Glazunov, Cui y Mussorgsky. La doble vida de Borodin le impidió completar una serie de importantes obras musicales, entre ellas la ópera “El príncipe Igor”. El compositor trabajó en la partitura (y el texto) de manera intermitente durante casi 20 años, con la intención de crear un gran cuadro histórico basado en una antigua balada sobre un héroe en la lucha de Rusia contra las tribus de Asia Central. La tribu Cumana, un grupo nómada de Turquía, tomó como prisionero a Igor por un tiempo, y es este episodio el que proporciona gran parte del impulso dramático para la ópera.

El trabajo combina influencias de la gran ópera francesa con la audacia armónica típicamente rusa también asociada con Mussorgsky. Lo más célebre de la música de la ópera es un conjunto de bailes, las Danzas polovetsianas, que acompañan a un banquete organizado por el Khan de los Cumanos. Estas son abrumadoramente brillantes e irresistiblemente bárbaras, sobre todo cuando se tocan con las partes corales originales.

Las Danzas polovetsianas a menudo se interpretan como una pieza independiente en conciertos y es una de las obras más populares del repertorio orquestal. Una versión de concierto fue preparada por Rimsky-Korsakov y Glazunov para su estreno en 1890, aunque se hicieron muchos otros arreglos. En su versión de concierto es usual una disposición de suite, formada por tres momentos principales: Obertura, Danzas polovetsianas y Marcha de Príncipe Igor, y aunque la versión operística incluye una parte esencial para coro, su símil de concierto llega a omitir la intervención de voces.

Sergei Diaghilev presentó el ballet “Escenas y danzas polovetsianas” como parte de la “Temporada rusa” en el Théâtre du Châtelet de Paris en 1909. La versión de ballet adquirió inmediata notoriedad y a lo largo de dos décadas fue presentada por la compañía 827 veces. La coreografía atlética y teatral de Fokine se complementa con los diseños de Roerich para crear una sensación de autenticidad y exotismo oriental ideal para el público centroeuropeo de los ballets rusos. En temporadas posteriores el coro se omitió y se presentaba sólo como “Danzas polovetsianas”.