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Hindemith fue uno de los pocos grandes compositores que habría podido hacer una gran carrera como intérprete. A los diecinueve años, fue nombrado concertino de la Orquesta de la Ópera de Frankfurt; después de la guerra, cambió el violín por la viola y llegó a ser conocido, junto con William Primrose, como uno de los violistas más competentes de los años veinte y treinta. Hindemith estrenó obras muy importes de ese repertorio, como por ejemplo el Concierto para viola de William Walton en 1929. Al igual que sus compañeros compositores-ejecutantes, Bartók, Prokofiev y Stravinsky, por nombrar algunos de los más destacados de la época, Hindemith escribió música para él. Esto no solo era práctico y hábil desde el punto de vista de las relaciones públicas, sino que reforzaba su propia imagen de sí mismo a medida que el compositor y el intérprete se unificaban en uno: el músico total.
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