Adiós, Pierre…

Por Francesco Milella Pocos artistas e intelectuales han sabido analizar la profundidad del siglo XIX, interiorizar la complejidad y la belleza del siglo XX y, […]

Por Francesco Milella Última Modificación enero 16, 2016

Por Francesco Milella

Pocos artistas e intelectuales han sabido analizar la profundidad del siglo XIX, interiorizar la complejidad y la belleza del siglo XX y, al mismo tiempo, abrir las puertas a las incertidumbres del siglo XXI como Pierre Boulez, quien acaba de morir el pasado cinco de enero. No se trata, queridos lectores, de una de esas frases que acostumbramos construir, con una cierta dosis de hipocresía, en ocasiones de luto, sino de una sincera y, posiblemente, objetiva síntesis de su vida y de su trayectoria artística.

Pierre Boulez, nacido en 1925 en Montbrison (Francia), fue uno de los más grandes protagonistas de la historia de la música. Ocupó, junto a Arnold Schonberg, Anton Webern, Hans Werner Henze y Leonard Bernstein, una posición privilegiada como motor de la música contemporánea. Boulez experimentó, como actor antes que como espectador, las turbulencias musicales que surgieron en el mundo occidental tras la muerte de Anton Weber (1883-1945), maestro de la dodecafonía: por un lado, la muerte del lenguaje tradicional que Wagner había entregado al siglo XX, y por el otro, el nacimiento de los nuevos lenguajes, que vivió y padeció  intensamente tanto en sus éxitos  como en sus fracasos.

Con Boulez volvió a revivir la figura, que parecía muerta con Henze y Webern, del compositor profundamente comprometido con su actividad. Atravesó el siglo XX  con la humildad y la discreción de quien no se dobla a los aplausos, a las ovaciones y a las comodidades que su éxito le ofreció a lo largo de los años; trabajó silenciosamente con una constante actitud de apertura a cuestionamientos, a cambios de ruta, a novedades y experimentos.

Así nació su lenguaje musical, hijo de la dulzura de Debussy y de la delicadeza de Ravel. Fue capaz de elaborar una gramática totalmente personal, lejana de los integralismos más extremos; logró conciliar una técnica racional e impecable con una inspiración controlada, melancólica e irónica.

Pero Boulez fue también director, el último gran director moderno. En su arte directorial volvemos a encontrar ese equilibrio entre técnica e inspiración que animó toda su actividad de compositor. Cada interpretación de Boulez era diferente de la anterior y de la posterior: su sensibilidad lo llevaba a una revisión, a una discusión profunda y constante de las obras que interpretaba. Esto, sin nunca caer en los extremismos y actitudes forzadas de muchos de sus colegas, ya que sus acciones e ideas eran el resultado de una impresionante solidez y coherencia intelectual.

Memorables siguen siendo hoy sus interpretaciones de Wagner, compositor que Boulez fue capaz de humanizar sin vulgarizarlo, eliminando ese color metafísico y religioso, definitivamente paralizante, que la escuela directorial alemana de Bayreuth había difundido. Impresionante fue, por ejemplo su Parsifal que Boulez logró desacralizar limpiándolo de todas esas sobre-estructuras religiosas, para trasportarlo en una dimensión más humana. Y aún más impresionante fue su “Ring” penetrante, revolucionario, violento que cambió para siempre la imagen de Wagner en la contemporaneidad.

E igual de determinante fue con Mahler, Stravinskij y Debussy, de los cuales logró eliminar la pesada capa tardo romántica para darles una teatralidad, una luz y una vitalidad totalmente nuevas. Sin ignorar obviamente su Schonberg, su Bartok y su Webern frente a los cuales su sensibilidad contemporánea dio resultados inolvidables.

En fin, perdemos a Pierre Boulez, un gran compositor, un excelente director. Pero sobre todo perdemos con él una manera de ver y vivir la música como experiencia totalizante, como idea y como lenguaje en equilibrio entre técnica e inspiración, entre racionalidad e instinto. Perdemos la idea de la música como revolución, como instrumento para cambiar el mundo.

Adiós, Pierre…

Videos:

Wagner, Preludio “Tristan und Isolde

Mahler, Sinfonía n.2 La Resurección

Bartok: Concierto para piano y orquesta

Boulez: Dérive 2

Francesco Milella
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