Bach “a cappella”: el motete BWV 229

Por Francesco Milella El público de hoy a veces parece tener problemas con cierto repertorio de Bach. Me refiero a toda esa parte de su repertorio […]

Por Francesco Milella Última Modificación junio 10, 2015

Por Francesco Milella

El público de hoy a veces parece tener problemas con cierto repertorio de Bach. Me refiero a toda esa parte de su repertorio menos brillante, menos enérgica y explosiva, como si la ausencia de trompetas y timbales hicieran su música más pausada, monótona y por tanto, más aburrida. Por esta razón en esta ocasión les propongo algo diferente del mundo religioso de Bach, para describir juntos una parte más íntima, secreta e interior de su obra. Se trata del breve motete para dos coros “a cappella”, una de las páginas más misteriosas y desconocidas de todo su repertorio, BWV 229 “Komm, Jesu, komm”, compuesto muy probablemente entre 1723 y 1734 para una ocasión fúnebre.

La primera parte del motete se basa sobre un texto de Paul Thymich compuesto en 1697, un texto, como siempre en la tradición luterana, claro, sincero e inmediato:

Ven, Jesús, ven. Mi cuerpo está cansado, mis fuerzas se agotan más y más. Sólo anhelo tu paz. El penoso camino me resulta demasiado arduo. Ven, quiero abandonarme en ti. Tú eres el camino recto, la verdad y la vida.

Lo que Bach realiza a partir de este texto es algo maravilloso, comenzando con tres acordes aparentemente distintos y desconectados entre ellos. Pero no es así: estos cuatro acordes sobre la sílaba “komm” encuentran una unidad musical y teatral solamente como invocación íntima, agotada, exhausta, al Señor. Invocación que se transforma, después del último acorde, en un diálogo entre los dos coros, según la típica estructura de los coros “spezzati”, o sea separados no solamente en dos grupos físicos sino también porque se estructuran armónicamente en manera distinta. El primer coro parece moverse en un clima de cansancio, de agotamiento físico y sobre todo mental, mientras que el segundo sigue con fuerza invocando la ayuda de Dios. La atención que Bach demuestra por la palabra, por su significado y su fuerza semántica son conmovedoras. Al cantar la frase “Ich sehne mich” (sólo anhelo), Bach realiza una frase musical casi suspirada. Lo mismo sucede con la palabra “Frieden” (paz), donde la música encuentra una dimensión reposada, casi relajada. Sin duda el momento más alto de esta primera parte Bach lo alcanza en la frase “Komm, komm, ich will mir ergeben” (Ven, quiero abandonarme en ti): la música, mágico instrumento expresivo, logra transmitir el más profundo deseo del creyente de entregar su espíritu al Señor. La sílaba inicial “komm” vuelve con un tono más doloroso, aún más trágico como si el sufrimiento del creyente se hiciera, nota tras nota, más intenso y penetrante. Pero aún así, a pesar del tono más lacerante de la invocación, la música parece acercarse lentamente a una tonalidad mayor, a la esperanza.

Y de hecho, es la esperanza la protagonista de la última parte en la cual Bach utiliza un texto anónimo quizás aún más bello:

Por eso me acojo en tus manos y doy al mundo las buenas noches. Aunque la carrera de mi vida se acerque al fin, mi espíritu está bien dispuesto. Tiene que elevarse hasta su creador, porqué Jesús es y sigue siendo el verdadero camino La estructura es designada como “aria”. El lenguaje, al dar las buenas noches, es casi cotidiano y común. La música no lo es: utilizando en esta parte el estilo coral a cuatro voces, Bach alcanza un nivel místico e íntimo, cuyo profundo sentido teológico se une a una música deslumbrante, espectacular, que acerca este maravilloso motete a las grandes Pasiones de San Juan y de San Mateo.

Francesco Milella
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