Bach, genio humilde: el concierto BWV 974

por Francesco Milella Los primeros años de la vida de Bach esconden tesoros de inestimable valor, antes que nada por la extraordinaria belleza musical de […]

Por Francesco Milella Última Modificación septiembre 25, 2016

por Francesco Milella

Los primeros años de la vida de Bach esconden tesoros de inestimable valor, antes que nada por la extraordinaria belleza musical de las obras compuestas, obras en donde comienzan a aparecer lentamente todos esos ingredientes que en breve tiempo revelarán a uno de los grandes genios musicales de la historia. Estos tesoros merecen nuestro interés también por otra razón: se trata de partituras cuya historia compositiva nos abre una pequeña ventana para poder mirar y apreciar un lado humano desconocido y realmente conmovedor del gran alemán, un lado humano que difícilmente podremos percibir en una Pasión o una cantata, abrumados por su fuerza espiritual.

A partir de 1710, el joven Bach comenzó a salir del pueblo natal de Eisenach para viajar por las provincias alemanas en busca de un trabajo estable como organista: Lübeck, Weimar, Arnstadt, Halle… pequeñas ciudades en donde Bach, aún sin encontrar nada estable, logra absorber los elementos necesarios para ampliar sus horizontes musicales. Comienza así a sentir la necesidad de perfeccionar su lenguaje musical para reforzar sus estudios de armonía, melodía y contrapunto. Lo hace mirando con extraordinaria humildad al repertorio italiano de esa época.

Es una historia que nosotros ya conocemos: hace no mucho tiempo analizamos una transcripción para órgano del concierto para violín en la menor n.6 de “L’Estro Armonico” de Antonio Vivaldi, realizada por Bach. En esta ocasión les propongo quedarnos en Venecia, en los mismos años, pero con otro compositor, coetáneo de Vivaldi, cuyo concierto para oboe se transformó en las manos de Bach en un maravilloso concierto para tecla sola, hoy catalogado como BWV 974: se trata de Alessandro Marcello (1673 – 1747), hermano de Benedetto e hijo de una de las familias más ricas y poderosas de Venecia.

Bach se acerca a este concierto con un respeto conmovedor: sabe, como con Vivaldi, que está metiendo mano a una joya del barroco veneciano, a una composición perfecta, difícilmente mejorable. Pero lo que él quiere no es transformarla en algo diferente, imponer su estilo o aprovecharla para experimentar nuevos lenguajes musicales. No, él quiere aprender, quiere analizar los elementos fundamentales de este concierto para interiorizarlos y mejorar como compositor.

Pero Bach es Bach: a pesar de su edad, de su “poca” experiencia y de su noble actitud, no consigue frenar su genialidad y su ímpetu creativo. El resultado de este diálogo entre el joven Bach y Marcello es realmente excepcional por una sola razón: Bach deja su firma, logra expresar todo su talento musical, da voz a su afán por el experimento y la novedad sin alterar en ningún momento el concierto de Marcello; por el contrario, las pequeñas “intervenciones” bachianas – lejos de alterarlo – sobresalen por su belleza y perfección compositiva, llegando incluso a enseñarnos aspectos y momentos que en la forma original para oboe parecen esconderse.

Lo primero que nos llama la atención al escuchar la transcripción de Bach no es el tema principal del oboe, demasiado bello y delicado para poderle meter mano, sino el manejo de los bajos, elemento clave en el desarrollo armónico del concierto de Marcello. Es ahí en donde el joven compositor puede aprender y perfeccionarse: sin alterarlos, Bach observa su estructura, analiza la relación tanto horizontal, entre las notas de la misma línea, como vertical con las frases del tema principal. Escarba en sus entrañas puliéndolas y dándoles un nuevo espacio; un espacio central en las dinámicas de la composición. Los bajos adquieren así una nueva dignidad, una nueva forma capaz de expresarse también con trinos, arpegios y otros geniales efectos musicales sin limitarse, como en el concierto italiano, a acompañar el tema principal “interpretado” por la mano derecha.

Bach no hace nada más. No quiere hacerlo, porque sabe que no es necesario. Las pequeñas intervenciones de Bach son suficientes para dejar su huella inconfundible y, al mismo tiempo, resaltar aún más la belleza original del concierto de Marcello. Son detalles discretos, casi imperceptibles, que nos entregan una faceta nueva y desconocida de Bach: la humilde y discreta de quien deja a un lado su propio ego o sus aspiraciones compositivas para poner al  centro la música.

 

  1. Marcello: concerto para oboe en re menor

 

Bach: concerto BWV 974

Francesco Milella
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