Biber: la música se pone a prueba

por Francesco Milella Si la gloria de Wolfgang Amadeus Mozart no hubiera sido tan dominante, la pequeña ciudad austriaca de Salzburgo habría encontrado y celebrado […]

Por Francesco Milella Última Modificación abril 29, 2017

por Francesco Milella

Si la gloria de Wolfgang Amadeus Mozart no hubiera sido tan dominante, la pequeña ciudad austriaca de Salzburgo habría encontrado y celebrado seguramente su proprio ídolo musical en una figura que, aún colocándose fuera del tiempo y de la música de Mozart, parece compartir la misma fuerza, genialidad y sensibilidad artística. Estamos hablando de Heinrich Ignaz Franz von Biber.

Biber, de origen bohemo – había nacido en Wartenberg (Republica Checa) en 1644 –, pasó casi toda su vida en la ciudad de Salzburgo al servicio de uno de los numerosos príncipes arzobispos que hasta el siglo XVIII gobernaron la ciudad con firme pasividad, la misma pasividad que un siglo después provocará la exasperación del joven Mozart y lo empujará al inicio de su aventura vienesa. Biber, igualmente rebelde (había escapado de su primer jefe boemo) pero quizás más sabio y prudente, nunca abandonó la pequeña ciudad austriaca, encontrando en ella los éxitos y los beneficios necesarios para poder vivir serenamente hasta su muerte ocurrida en 1704.

Heinrich Ignaz Franz von Biber – no hay forma más elegante y menos retórica de decirlo – fue un verdadero genio de su época. Compositor de extraordinaria calidad y fantasía, tanto en lo instrumental como en lo vocal, pasó a la historia por haber sido uno de los violinistas excepcionales de su época, capaz de competir e incluso superar como intérprete y compositor a los maestros italianos. Por años el mundo europeo lo consideró el violinista más grande de la historia hasta principios del siglo XIX, cuando la estrella de Paganini arrasaría definitivamente con todo.

La comparación con Paganini no es de hecho casual: aún viviendo más de un siglo antes del gran violinista genovés, Biber anticipó su genio extravagante y su técnica fuera de lo común. En una época en donde muy díficilmente los violinistas superaban las leyes racionales y equilibradas de la escuela de Arcangelo Corelli, Biber se atrevió a romper las reglas con un lenguaje totalmente excéntrico. Como siempre, cuando usamos adjetivos como “excéntrico” y “extravagante” no tenemos que pensar en una música que busca impresionar por el simple gusto de cautivar la atención o, en casos más extremos, de causar escándalo. Usar términos como “excéntrico” y “extravagante” en casos como el de Biber significa pensar en una música que busca el juego, la experimentación, poniendo a la prueba todas las infinitas potencialidades (y límites) de un instrumento.

La “Sonata Representativa” para violín y bajo continuo, compuesta por Biber en 1669, representa, quizás, uno de los ejemplos más paradigmáticos de este lenguaje musical. La idea de la cual parte el genio de este músico, como nos explica el título mismo, es la de representar musicalmente los animales de la naturaleza, su forma y, sobre todo, sus versos. Para hacerlo, Biber usa el violín con fantasía e imaginación, sacando de sus cuerdas sonidos inesperados, efectos sorprendentes e incluso ruidos que su excéntrico genio logra transformar en una música formidable. Todo comienza con un abierto y amable “allegro” de introducción, un allegro que podría perfectamente introducir una sonata al estilo italiano. Pero Biber nos engaña: desde el “ruiseñor”, el primer animal que aparece en este fantástico zoológico musical, su lenguaje rompe cualquier regla posible, sin nunca abandonar – aquí radica su inteligencia – la estética barroca.  

Del nervioso virtuosísmo de tremolos, fusas y semicorcheas del ruiseñor a las delicadas y enérgicas corcheas del canto del cuco, de las ásperas tensiones armónicas (corcheas en semitono) de la rana a las ondulantes melodías del gato, Biber no deja de sorprendernos.  Y no tanto por la capacidad de dar forma musical a los diferentes animales (capacidad que de hecho compartía con otros colegas italianos), sino por la habilidad de jugar y experimentar con el lenguaje de la música. La “Sonata Representativa” parece poner a la prueba este lenguaje, tensándolo melódica y armónicamente para descubrir sus infinitas potencialidades. En fin, Biber no quiere impresionar o crear escándalo (no es lo que el Barroco quiere), sino invitarnos a ir más allá de lo que conocemos para enseñarnos lo que la música realmente permite hacer.

Sonata Representativa

Francesco Milella
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