¿Hace cuánto tiempo que se ha tomado en serio a las compositoras de música clásica?
A lo largo de la historia, siempre han existido mujeres dedicadas a la composición; iniciamos este recorrido histórico con dos de ellas:
Hildegard de Bingen (1098-1179). Abadesa, visionaria, poeta, lideresa, dramaturga, herborista y compositora. Su legado musical de casi 80 obras es uno de los más amplios de cualquier compositor medieval. Escribió para sus propios conventos y monasterios cercanos y supervisaba el copiado de sus manuscritos. Inmersa en su juventud en los ocho oficios cantados cotidianos parece haber aprendido la escritura musical por osmosis. “Compuse y canté el canto llano en alabanza de Dios y los santos aunque nunca estudié ni notación musical ni canto”. Su colección de piezas que siguen las formas litúrgicas de antífonas, responsorios, secuencias e himnos se titula “Sinfonía de la armonía de revelaciones celestiales”. Existe un amplio repertorio grabado de su obra. Francesca Caccini (1587-c1641). La obra de Francesca Caccini suele adjudicarse a su padre, Giulio. De hecho, muchas de sus canciones han perdurado y figuran en muchas colecciones grabadas de música barroca italiana. Conocida como “La Cecchina”, esta compositora, cantante, laudista, poeta y maestra fue posiblemente la primera compositora en ver representada su “ópera”, La liberazzione di Ruggero (1625) también denominada “comedia-ballet”. Nació en la corte de los Medici donde trabajaba su padre; ahí recibió una educación humanista e instrucción musical. Cantó en la boda de Enrique IV de Francia y María de Medici y fue tal su desempeño que Enrique le pidió permanecer en Francia pero ella regresó a Florencia. Compuso 32 canciones y por lo menos 16 obras escénicas para acompañar dramas de Michelangelo Buonarrroti (el joven). Compuso música para la corte y litúrgica. En la cima de su carrera, en 1620, era el músico mejor pagado de la corte. Existe repertorio grabado de su obra.
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