Concierto para violín y orquesta no. 1 de Max Bruch

El Concierto para violín n.º 1 en sol menor, op. 26, fue compuesto por Max Bruch entre 1864 y 1866.

Por Música en México Última Modificación octubre 30, 2022

Janine Jensen, violín | Orquesta Filarmónica de la Radio Holandesa | Michael Schønvandt, director

El Concierto para violín n.º 1 en sol menor, op. 26, fue compuesto por Max Bruch entre 1864 y 1866. Luego de varias revisiones, Bruch le dio forma final en 1868. La primera versión fue interpretada por el violinista O. von Königslöw en Coblenza, el 24 de abril de 1866, bajo la dirección del propio Bruch. La versión final fue estrenada por Joseph Joachim el 5 de enero de 1868, bajo la batuta de Karl Reinthaler.

El concierto es la pieza más conocida de Bruch, y se considera uno de los más populares dentro del repertorio romántico alemán (junto a los de Johannes Brahms y Ludwig van Beethoven). Su popularidad ha eclipsado otras obras del compositor, sus otros conciertos para violín y su Fantasía escocesa.

Dado que Bruch no era violinista, durante la composición de la obra pidió ayuda a Joseph Joachim, a quien finalmente dedicó la partitura.

El concierto está dividido en tres movimientos (los dos primeros unidos), y una ejecución media dura alrededor de 25 minutos. Los movimientos son:

– Vorspiel – Allegro moderato
– Adagio
– Finale – Allegro energico

El primer movimiento es inusual, ya que se trata de un Vorspiel, un preludio, que empieza lentamente con dos golpes pianissímo de timbal y el anuncio de la melodía por la flauta. Sigue a continuación un tema que se repetirá varias veces durante todo el concierto, en forma de diálogo entre el violín y la orquesta. Rápidamente se resuelve en el tema principal, donde se puede apreciar el virtuosismo del solista. Una serie de trinos (alternancia rápida de la nota base y la siguiente en la escala) conducen hacia el canto melancólico del violín en una especie de contradicción entre dramatismo y alegría. Las variaciones sobre el motivo dominante, bien con la orquesta, bien con el violín, o con los dos a la vez, conducen al clímax del movimiento, con una brillantez y esplendor brahmsiana. Aparece ahora la cadencia, finalizando en un pianíssimo que se encadena con el inicio del segundo movimiento.

El segundo movimiento, el lírico Adagio, es apreciado como uno de los mejores movimientos lentos de todos los conciertos escritos para violín. Considerado el corazón de la obra, se estructura sobre un tema muy simple pero efectivo por su cantabilidad melódica. Intimo y sensible, el mismo se verá repetido diversas veces, ornamentado de forma diferente durante todo el desarrollo, para permitir apreciar la profundidad de los sentimientos que se albergan en su música.

El Finale es un Allegro enérgico en el que Bruch utiliza temas extraídos del folklore popular con un estilo festivo y vivaz y aires de cierta grandeza. Aquí vuelve a deslumbrar el virtuosismo y brillantez de la parte solista, con un pletórico acompañamiento orquestal. El segundo tema es un buen ejemplo de romántico lirismo: una melodía lenta que corta el movimiento varias veces, antes de que retorne la danza con sus fuegos de artificio.

Bruch ofrece su mejor faceta como orquestador, desarrollando un movimiento desenfadado y alegre, con constantes cambios de tono de mayor a menor sobre la misma melodía. El concierto acaba con un Presto final fogoso y progresivo del solista y toda la orquesta.

Fuente: classicmusica.com

No se pierda la interpretación del Concierto no. 1 de Max Bruch a cargo del renombrado violinista Vadim Repin, como parte del concierto del octogésimo aniversario de la OFUNAM este fin de semana en la Sala Nezahualcóyotl. Para mayor información, consulte cartelera.

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