Crónicas de Francesco: Siena y la Accademia Musicale Chigiana

Comienza hoy, con este inicio poco convencional para una página de reseñas musicales, un cuaderno de viaje, un diario como los que solían escribir los exploradores y viajeros de los siglos pasados.

Por Francesco Milella Última Modificación julio 10, 2015

Por Francesco Milella

Queridos lectores:

Comienza hoy, con este inicio poco convencional para una página de reseñas musicales, un cuaderno de viaje, un diario como los que solían escribir los exploradores y viajeros de los siglos pasados. Obviamente no me encuentro en las montañas de India o en el desierto africano: estoy en Siena, Italia, rodeado de bellísimas torres y delicadas iglesias medievales. Pero hay un edificio, escondido en Via di Cittá, muy especial. Por fuera es un típico edifico gótico con triforas en cada ventana y delicados arcos ojivales. Pero la verdadera sorpresa está pasando su imponente portón de madera: no son solamente sus frescos y sus cuadros (entre ellos un Botticelli y un pequeño Durero), sino su música, en el Palazzo Chigi–Saracini, construido alrededor del siglo XIII por la familia Marescotti. La suerte de este edificio, y de la misma Siena, comenzó en 1770, cuando el edificio pasó a manos de la familia Saracini que en pocas décadas se unió, gracias a una afortunada serie de matrimonios organizados, con la noble y rica familia Chigi. Pasaron los años, pasaron los siglos, el edificio fue creciendo, enriqueciendo su patrimonio artístico, hasta 1906 cuando el edificio pasó a ser propiedad del conde Guido Chigi-Saracini (1880-1965). Finísimo representante de la última generación de aristócratas italianos, el conde Guido Chigi-Saracini amaba la música más que cualquier otra cosa en el mundo. Era amor, amor total; tan “total” que en 1932 decidió transformar el edificio en una academia de música, hoy conocida como “Accademia musicale Chigiana”. El objetivo del conde era ofrecer conciertos y clases a los mejores estudiantes de Italia y de Europa; para realizar este sueño invitó a músicos del nivel del guitarrista Andrés Segovia, del violinista George Enescu, de los directores Sergiu Celibidache y Franco Ferrara, así como del compositor Alfredo Casella. En pocas palabras, lo mejor que el mundo musical europeo podía ofrecer en esos años. Logró así impulsar, en una época tremendamente tradicional, la difusión de repertorios menos conocidos del pasado y del presente, desde Vivaldi, Monteverdi y Pergolesi hasta De Falla, Prokofiev, Hindemith, Ravel y Webern.

El viaje que este año la Accademia Chigiana nos ofrece será una verdadera aventura por el universo musical: no analizaremos sus leyes matemáticas y físicas, su ritmo sólido e inmaterial, sino sus planetas, sus mundos tan diferentes pero siempre tan armónicos entre ellos. Pasaremos, entre etapas y pausas, subidas y bajadas, del barroco de Antonio Vivaldi al minimalismo contemporáneo de Max Richter y Steve Reich, del romanticismo alemán de Schubert y Schumann al jazz de David Krakauer, hasta las nuevas tensiones musicales de Hans Werner Henze y Salvatore Sciarrino.

Pasando por los pasillos de la Accademia, por los teatros de Siena, por sus hermosas y empinadas calles, caminaremos juntos en esta aventura musical. ¡Los invito a acompañarme!

Francesco Milella
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