Desde el Met Opera: Cavalleria Rusticana/I Pagliacci: funciones por debajo de lo mediocre

por Ricardo Rondón La temporada del Metropolitan Opera dio fin a sus transmisiones con nuevos montajes de dos piezas representativas del movimiento verista en la ópera […]

Por Música en México Última Modificación abril 27, 2015

por Ricardo Rondón

La temporada del Metropolitan Opera dio fin a sus transmisiones con nuevos montajes de dos piezas representativas del movimiento verista en la ópera italiana. El verismo se lanzó con Cavalleria Rusticana . El énfasis era en libretos en los que los personajes se identificaban como cotidianos y las situaciones eran propias de las clase trabajadora. Para nada se volverían a usar trajes con pelucas, episodios históricos o legendarios. Se trataba de transmitir una “rebanada de la vida misma” con arias dramáticas en vez de bel canto, coros que fiaban un estado de ánimo y una pintura orquestal notable. El movimiento verista se encuentra en algunas de las óperas de Leoncavallo, Mascagni, Giordano, Puccini y Zandonai, En Francia su contrapunto está en las óperas naturalistas de Brunneau y Louise de Gustave Charpentier. Acostumbrados a las magníficas escenografías y producciones de Franco Zeffirelli, los nuevos productores de estas nuevas escenificaciones se fueron al fondo del barril con ideas absurdas, aburridas y jamás realzaron el drama. Rae Smith fue el lamentable escenógrafo pero de David McVicvar esperábamos alguno mucho más inteligente y dramático. En Cavalleria se presenta un escenario en donde hay algo como un gran tablado con una mesa y sillas que van y vienen. No existe la hostería de Mamma Lucia, ni la Iglesia, ni el sol que debe iluminar el domingo de Pascua con el fervor del momento. Era algo lúgubre, fúnebre y que requería un constante ajuste visual. El sabor predominante fue más bien de Gayosso que de Mascagni. De lo salvable está la excelente dirección orquestal de Fabio Luisi y una actuación superlativa de los coros. Eva Westbroek encarnó a Santuzza con sinceridad pero su voz es verdaderamente inadecuada para este papel. Se pide una soprano dramática, no una lírica estirando las notas con resultados estridentes,. Marcelo Álvarez cantó una incómoda Siciliana en donde transmitía un obvio esfuerzo e incomodidad pero mejoró ligeramente en la parte final aunque se comió el último agudo del Brindis. George Gagnidze cumplió como Alfio aunque volvimos a constatar que no es un barítono de primera línea. La producción era muy obscura y acabó por fastidiarnos. Pagliacci abrió con un prólogo que no nos conmovió a través de Gagnidze cuyos agudos son cortos y su legato no hace ningún honor a esta música. Marcelo Álvarez tuvo sus momentos como Canio pero la opera tiene que ser un producto terminado y no escenas sin sentido. Su voz de lírico nada tiene que hacer en estas óperas y el precio es que empuja las notas y desafina. Dramáticamente no es un actor interesante y no le dio ninguna fuerza física a sus personajes. Álvarez tampoco tiene la figura para hacer de Turiddu y Canio personajes creíbles. Patricia Racette se entregó de lleno a Nedda cantando un poco mejor que en ocasiones anteriores. Portó un vestido espantoso como Colombina, como diseñado por su suegra, y le perseguían tres cómicos que solo produjeron repudio. . Lucas Meachen cantó un Silvio discreto pero es otro de los solistas que deben someterse a una dieta. En fin, dicen que cuando no se puede decir nada bueno mejor es callar pero es imposible cerrar la boca ante este par de asaltos mal producidos y dirigidos, mediocremente cantados y sin respeto alguno por las ideas de sus creadores, especialmente Cavalleria. El público, al menos el de México, fue claro en su rechazo a los resultados. Si hubo drama no fue en esta ocasión.

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