El príncipe Igor, de Alexander Borodin

por Ricardo Rondón Llegamos a uno de los pilares de la ópera rusa, Alexander Borodin (1833-1887). Siendo muy joven desarrolló intereses paralelos entre la música […]

Por Música en México Última Modificación febrero 23, 2014

por Ricardo Rondón

Llegamos a uno de los pilares de la ópera rusa, Alexander Borodin (1833-1887). Siendo muy joven desarrolló intereses paralelos entre la música y la química, siendo autodidacta en el chelo y calificando en medicina (1856). Durante su vida, la música se vio subordinada a la investigación y sus actividades como conferencista en la Academia Médica-Quirúrgica de San Petersburgo. Su predilección por la música de Mendelssohn y Schumann, a un lado de su amistad con Moussorgsky, Cui, Rimsky-Korsakov. Liszt y sobretodo Balakirev le dieron forma a sus esfuerzos como compositor. Balakirev lo dirigió hacia el nacionalismo ruso, y la utilización de cantos folklóricos en su música. Era uno de los “Poderosos Cinco”, un grupo ansioso por crear una escuela nacionalista distintiva. Su Sinfonía No. 1 (1867) encierra frescura y bienestar y tuvo éxito inmediato. La Segunda Sinfonía (1876), cuya gestación fue larga, produjo una de las obras más singulares y de colorido fascinante en el repertorio ruso. La pieza que lo acercó definitivamente a los melómanos rusos fue el poema sinfónico En las estepas del Asia Central (1880), dedicado a Liszt, que describe brillantemente una caravana que nos envuelve y transporta. Su obra más célebre es sin duda la ópera El príncipe Igor, escrita entre 1869-87, terminada y parcialmente orquestada por Alexander Glazounov y Nicolai Rimsky-Korsakov. A pesar de su construcción floja y un libretto difuso (obra del compositor), contiene una riqueza musical atractiva, arias atrayentes y poderosa atmósfera rusa. Sus escenas corales se coronan con las famosas Danzas Polovetsianas cuyo esplendor bárbaro suele enloquecer al público. La obertura fue compuesta de memoria por l Rimsky y Glazounov que habían escuchado a Borodin tocarla al piano.

El argumento toma lugar en una Rusia medio pagana durante 1185. Narra las maquinaciones del borracho Príncipe Galitsky que busca usurpar el trono de su cuñado, el príncipe Igor. Igor se encuentra ausente defendiendo a su pueblo de la invasión Polovetsiana. El ejército de Igor es derrotado y el Principe y su hijo Vladimir son prisioneros del Khan Kontchak, que los trata con amabilidad y respeto. Vladimir se enamora de la hija del Khan, Konchakovna y el Khan busca distraer a Igor con vinos y danzas pero no logra hacerlo. Con la ayuda de dos personajes tontos, Igor logra escapar y jura levantar un nuevo ejército en contra del invasor. Llega a su Putivl y se reúne con su esposa Yaroslavna, que ha sido maltratada por Galitsky, que será castigado. El pueblo lo aclama y los desertores se encargan de hacer a todos creer que son patriotas, hacen tañir a las campanas y encabezan la aclamación.

Se trata de una ópera muy larga, al grado que suele eliminarse el tercer acto. La nueva producción del Metropolitan Opera estará completa y hay que prepararse para un evento de más de cuatro horas pero, si se cuenta con el talento de un buen productor y buenos cantantes, vale la pena acercarse a este baluarte de la música rusa.

Grabación Recomendada.-Emil Tchakarov dirige a las huestes de la Opera Nacional de Sofia y cuenta con el mejor sonido y el elenco más homogéneo. Las actuaciones de Boris Martinovich, Stevka Evstatieva, Nicolaii Ghiuselev y Nicolai Ghiaurovi son excelentes y todavía las supera Alexandrina Miltcheva que hace una Kontchakovna sensual e invitante. Seguramente Sony reincorporará esta serie a su catálogo porque no ha sido superada y difícilmente se logrará algo mejor.



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