Gaspard de la nuit (1908)

Virtuosismo trascendente   Boris Berezovsky, piano     En estas tres piezas de Gaspard de la nuit es donde quizá esté la cumbre del virtuosismo […]

Por Música en México Última Modificación mayo 27, 2017

Virtuosismo trascendente

 

Boris Berezovsky, piano

 

 

En estas tres piezas de Gaspard de la nuit es donde quizá esté la cumbre del virtuosismo pianístico de Ravel. En ninguna otra pieza podemos percibir mejor el entronque con el virtuosismo romántico de Liszt que en la caprichosa Ondine, en el inquietante Gibet, que exigiría, en expresión de Gil Marchez, 27 maneras diferentes de pulsación, o en el frenético Scarbo. Y esto por dos razones: primero, porque quizá sea esta obra la que mejor empalme de algún modo con el romanticismo; y en segundo lugar, por ser la de mayor exhibición técnica del ejecutante.

 

En el célebre Esbozo autobiográfico, citado ya varias veces, Ravel mismo, al hablar de esta obra, alude al virtuosismo trascendente. Tal expresión volverá a utilizarla cuando se dirija a su amigo Delage: “Trato de escribir estas piezas de virtuosismo trascendente, que serán más difíciles que Islamey.”

 

Con razón dice Jankélévitch que Scarbo es como la enciclopedia diabólica de todos los obstáculos y tropiezos que uno pueda imaginarse bajo los dedos del virtuoso: notas repetidas, trinos, legato, acordes alterados, trazos vertiginosos, variedad de timbres; problemas de digitación; ataques; estudio de stacattos para la muñeca; independencia de manos; readaptaciones continuas que impone al pianista, etc… Unas veces galopa sobre alas del viento, entre glisandos fantásticos y destellos de acero; otras se arremolina en notas repetidas y burbujeantes;, en fin, a veces vuela como el pájaro de una octava a otra.

 

A pesar de todo, Alfred Cortot, queriéndonos recordar de nuevo que la intención expresiva del autor no es simplemente técnica, vuelve a insistir en “que la disciplina exacta de la interpretación no tiene más efecto que volver más sensible la exaltación romántica del argumento… Y estos tres poemas enriquecen el repertorio pianístico de nuestro tiempo con uno de los más sorprendentes ejemplos de ingeniosidad instrumental que jamás haya tenido la industria de los compositores.”

 

La obra está inspirada en los poemas de Aloysius Bertrand, el poeta romántico maldito, desconocido en su época quizá por su vanguardismo, que Ravel conoció posiblemente en sus años jóvenes a través de su amigo Viñes. El tema de la gota de agua (Ondine) que se enamora de un mortal, le cautivó tanto a Ravel que trata de plasmar su movimiento en notas musicales. Del mismo modo que trata de reflejar en Gibet el tintineo de la campana y el suspiro del ahorcado enrojecido por el sol poniente y agitado por el viento a través del obsesionante si bemol.

 

Es, en fin, el mundo romántico de visiones nocturnas y pesadillas, de enanos deformes o demonios nocturnos que atormentan al poeta Bertrand y que casi sin quererlo llegan a apoderarse también del espíritu de Ravel en el Scarbo, como lo reflejan esos convulsivos crescendos en la parte grave del piano y esas indicaciones a pie de partitura de atormentado y similares.

 

También esta obra fue estrenada por Viñes el 9 de enero de 1909 en la Sala Erard de París.

 

Fuente: Mariano Pérez Gutierrez para el ciclo “Integral para piano de Maurice Ravel” – Fundación Juan March, 1987.

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