El insomnio y las Variaciones Goldberg

Ofrecemos un texto singular de la  famosa escritora, editora y mecenas cultural argentina, Victoria Ocampo (1890-1979), fragmento de su ensayo, Juan Sebastián Bach, el hombre. […]

Por Música en México Última Modificación mayo 6, 2018

Ofrecemos un texto singular de la  famosa escritora, editora y mecenas cultural argentina, Victoria Ocampo (1890-1979), fragmento de su ensayo, Juan Sebastián Bach, el hombre.

Estas conmisuras de la boca que se alzan levemente en esa cara de plácido poder están en el Aria con treinta variaciones, llamada por los Bach Variaciones Goldberg. Era éste el nombre del ejecutante, clavecinista del conde de Keyserling. El conde de Keyserling, tatarabuelo del que nos visitó en 1929, se las pidió a Bach cuando era embajador de Rusia en Dresde. Sufría de insomnio. Y como quien va hoy al médico para pedirle algún barbitúrico, el conde le encargó a Bach algo suave y de carácter más bien sonriente.

Estas variaciones, si resultaron un sedante para el embajador ruso, no tuvieron el mismo efecto, me lo figuro, en su clavecinista, obligado a vencer las dificultades que ofrecen. Tengo entendido que son muchas. Se las he oído tocar repetidas veces a una admirable clavecinista norteamericana, Silvia Marlow. Por desgracia, no la puedo tener en el cuarto contiguo a mi dormitorio para llamarla a cualquier hora de la noche, como hacía el conde con Goldberg, para que calmara su insomnio o por lo menos lo distrajera de él. Había que ser embajador ruso, vivir en aquellas épocas y tener el carácter y el refinamiento de un Keyserling (que, si se parecía a su descendiente, era refinamiento como de salvaje) para conseguir semejante medicamento.

Hermann Graf Keyserling me habló de este asunto, del que se sentía con toda razón orgulloso (si es que hay razones respetables para sentirse orgulloso de algo). Me contaba que su ilustre antepasado le regaló a Bach cien luises de oro y una tabaquera magnífica. El hecho es que, para qué mezquinarle el  elogio, el conde de Keyserling fue uno de los más ardientes admiradores de Juan Sebastián, y viajaba a Dresde para oírlo. No sé si habrá llegado a comprender que no era él quien le hacía un honor a Bach, sino Bach a él, al escribir las Variaciones. Y me pregunto si el mismo Bach lo habrá pensado.

 

Victoria Ocampo, Juan Sebastián Bach, el hombre, Sur, Buenos Aires, 1964.

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