La “Chacona” BWV 1004 en re menor: un mundo completo a través del violín.

Por Francesco Milella En este ciclo hemos analizado obras completas, cantatas y conciertos, hemos estudiado su estructura, su historia y su belleza. Hoy, por primera vez, […]

Por Francesco Milella Última Modificación marzo 31, 2015

Por Francesco Milella

En este ciclo hemos analizado obras completas, cantatas y conciertos, hemos estudiado su estructura, su historia y su belleza. Hoy, por primera vez, me gustaría compartir con ustedes una página, más bien una parte de una obra. Se trata de la chacona, última parte de la Partita n. 2 en re menor para violín solo.

Compuesta, como demuestran los más recientes estudios de la musicóloga alemana Helga Thoene, durante la estancia en Cöthen como lamento por la muerte de su primera esposa María Barbara (fallecida en 1720), la chacona de Bach es unánimemente considerada la cima de la literatura violinística, la página músical más emocionante escrita para un solo instrumento, una de las más bellas e impresionantes obras de la música occidental… En fin, cuántas palabras, cuántas frases se han desperdiciado tratando de interpretar la belleza infinita de esta obra de Bach. Tratemos de analizarla más de cerca.

Bach estructura esta pieza de “sólo” 15 minutos de música en diferentes momentos, diferentes capítulos del mismo cuento: pero si en un relato podría ser útil contar y sintetizar cada uno de los hechos en un breve resumen, en este caso analizar cada una de las diferentes frases musicales no nos ayudaría a entender y valorar la impresionante, conmovedora y mística unidad musical (y teatral) que caracteriza toda la pieza. Parece difícil imaginar una composición de 15 minutos, con un solo violín (instrumento monódico que no permite la realización de dos frases al mismo tiempo), sin el auxilio rítmico y armónico del bajo continuo, por ejemplo. Bach, el amado dios de la música según Debussy, lo logra. Logra construir una pieza en donde cada frase, cada momento, cada célula rítmica vive por sí misma, logra alimentarse de su propia belleza, logra sustentarse sin esfuerzo. De hecho, en ningún momento de la chacona se percibe la fragilidad, la debilidad o inconsistencia de sus frases: cada una de ellas tiene la solidez, la energía y la fuerza de una sinfonía con orquesta, la delicadeza y la suavidad de una sonata y la intimidad y sacralidad de sus Pasiones.

Lo más impactante de la chacona de Bach -decíamos- es su unidad. Todas sus frases, tan diferentes e intensas, coexisten entre ellas en un impresionante equilibrio: nunca, durante estos 15 minutos de música, al terminar una frase, percibimos una interrupción, una obstrucción. Todo fluye, todo procede con una naturalidad conmovedora. En este eterno y amable fluir de la música se desarrolla el arte más sublime de Bach: un arte hecho de amables y fuertes tensiones armónicas y melódicas; un arte hecho de dramáticas alternancias rítmicas; un arte hecho de encantadoras, fascinantes y transparentes melodías, cariñosas y cálidas, fuertes y agresivas. Ingredientes que en cada una de las frases de la chacona aparecen con una fuerza y una belleza definitivas. ¿Y cuál es el resultado? Belleza, nada más y nada menos, belleza conmovedora, exaltante, directa, severa, penetrante.

La chacona de Bach ha cambiado la historia de la música. Su perfección musical, su intensidad, su belleza, su equilibrio dramático han representado por siglos un modelo inigualable, el sueño, el deseo más profundo y sincero de muchos compositores. Pero la verdad es que nadie, nadie después de Johann Sebastian Bach, ha logrado crear algo parecido. Y bien lo sabía Johannes Brahms, quien nos dejó un bellísimo comentario sobre esta página violinística, comentario que con sinceridad nos da una pequeña probadita de las emociones que esta pieza puede despertar en nosotros:

«La chacona BWV 1004 es en mi opinión una de las más maravillosas y misteriosas obras de la historia de la música. Adaptando la técnica a un pequeño instrumento, un hombre describe un completo mundo con los pensamientos más profundos y los sentimientos más poderosos. Si yo pudiese imaginarme a mí mismo escribiendo, o incluso concibiendo tal obra, estoy seguro de que la excitación extrema y la tensión emocional me volverían loco»

Gidon Kremer:


Jascha Heifetz:


Isaac Stern:


 

Itzhak Perlman:

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