La Pasión según San Juan en la Universidad del Claustro de Sor Juana.

"¿Pasión según San Juan o San Mateo?". Todos los amantes de Bach han caído alguna vez en la tentación de esta pregunta.

Por Francesco Milella Última Modificación septiembre 4, 2015

Por Francesco Milella

“¿Pasión según San Juan o San Mateo?”. Todos los amantes de Bach y de su música, los críticos y los historiadores han caído alguna vez en la tentación de esta pregunta, esperando con curiosidad una respuesta que confirmara sus preferencias, o impusiera sus ideas y sus gustos a favor de una u otra. Parece evidente la necesidad de ponerlas en competición, como si fuera imposible analizarlas y escucharlas de manera individual y autónoma.

Es inútil esconderlo, de las dos, la Pasión según San Mateo es la más famosa, la que ha logrado imponerse con más fuerza y seguridad, tanto en el mundo académico como en el de los aficionados, por su estructura y su innegable belleza como por su complejidad, siempre fascinante y actual. ¿Y la Pasión según San Juan?

Presentada el 7 de abril de 1724, después de un complejo proceso de composición de casi diez años, la Pasión según San Juan ha sufrido siempre esta relación injustamente dispareja con su hermana más famosa y más joven por tres años (1727). Las razones en realidad siguen siendo obscuras, por lo menos para mí, ya que esta Pasión esconde algunas de las mejores páginas de toda la literatura bachiana.

Pero más allá de las arias y los corales que la caracterizan, su estética general y su impostación espiritual merecen una atención muy especial. Bach nos transporta en una dimensión teatral sin precedentes, desde la vertiginosa y enigmática introducción instrumental del coro inical “Herr, unser Herrscher”: las semicorcheas de los violines, casi suspendidas en la atmósfera, los bajos que repiten con corcheas las notas fundamentales de la armonía (representando, como dice Albert Schweitzer, la idea de infinito), y los oboes junto a las flautas que parecen casi levantarse en lentos y silenciosos gemidos de desesperación, nos trasportan en la que el filántropo franco alemán definió una “claridad diáfana y misteriosa”. Y cuando entra el coro esta claridad se rompe con un grito de dolor que nos agrede con su belleza y su amable fuerza.

Y este es el grito que nos acompaña en toda la Pasión, en sus arias, en sus corales y coros, en sus recitativos. Nos acompaña contando en cada momento, como lo exige la tradición, la tragedia de la muerte de Cristo. Al contarla, este grito se transforma: se transforma en llanto de dolor a través de hieráticos y poderosos corales, en cantos de desesperación, como en la íntima aria del soprano “Ich folge dir gleichfalls”, hasta llegar a la tierna y delicada lágrima de emoción del coro final “Ach Herr, lass dein lieb Engelein”.

Bach se apodera de nosotros, de nuestros oídos y corazones con una música y una teatralidad formidables.

Nos acerca a la espiritualidad, nos da la oportunidad de entrar en contacto con una religiosidad típicamente luterana que se manifiesta en un sincero e insaciable deseo de Dios. Pero este deseo es también tensión hacía Él, inquietud y dolor. Así, Bach logra enseñarnos (como maestro y guía) el lado trágico de la fe: la búsqueda de Dios -parece decir su música- es dolorosa, ya que el ser humano tiene que librarse de las ataduras del pecado para poder acceder a Su gloria. Dante, su Infierno, su Purgatorio y su Paraíso, parecen por primera vez encontrar su mímesis musical.

No estamos hablando de la muerte de Violetta en Traviata o del suicidio de Cio-cio San en Madama Butterfly. Es la muerte de Cristo y el inicio de la era moderna. ¿Cómo puede la música llegar a tanto?

¿Cómo puede, con su lenguaje abstracto e inmaterial, dar vida a sentimientos tan altos y fuertes, y representar, con personajes y voces, un momento tan sagrado como la muerte del Mesías?

La única respuesta está en su música. Dejemos los libros, los textos de los historiadores y de los musicólogos. Vayamos este domingo a la Universidad del Claustro de Sor Juana: allí, bajo la dirección del maestro Horacio Franco, dirigiendo a la Cappella Barroca, tendremos la imperdible oportunidad de admirar este fascinante monumento musical para entender plenamente su fuerza, su belleza y su intimidad.

Auditorio Divino Narciso, domingo 6 de septiembre, 12h, Univ. del Claustro de Sor Juana, José María Izazaga 92, Centro Histórico, entrada libre.

Francesco Milella
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