Locuras peninsulares: follia italiana y folía española

Por Francesco Milella Una de las composiciones que, junto a los concerti grossi, dieron entrada gloriosa y casi inmediata en la historia de la música […]

Por Francesco Milella Última Modificación junio 24, 2016

Por Francesco Milella

Una de las composiciones que, junto a los concerti grossi, dieron entrada gloriosa y casi inmediata en la historia de la música a Arcangelo Corelli fue una sonata para violín y bajo continuo: se trata precisamente de la número doce, la última, del opus V compuesto en Roma en el año 1700. Es página brillante, contagiosa por la energía de sus ritmos, la elegancia de sus melodías que cautivaron a compositores de toda Europa y que impusieron a Corelli como modelo insuperable en la música para violín. Pero, más allá de su indiscutible belleza, esta sonata esconde un par de secretos y lugares que merecen ser descubiertos.

Al abrir la partitura, aparecen inmediatamente dos elementos muy curiosos: un título y, en lugar de la tradicional estructura de la sonata italiana en cinco movimientos, una forma diferente: la del tema con variaciones. “Follia” (o folía): dice la partitura, antes del tema principal. ¿Qué quiere decir? ¿Qué significa? Es una palabra que apacere solamente en dos de los principales idiomas europeos: el italiano y el portugués, con el significado de “locura”, “frenesí”. ¿Coincidencia lingüística o maravilla de la historia? Pero, sobre todo, ¿qué tiene que ver la locura con una sonata italiana? Veamos por donde van las respuestas.

En varios textos del teatro portugués del siglo XV aparece la palabra folía asociada a personajes populares, casi siempre pastores o campesinos que cantan y danzan enérgicamente para marcar su condición social o la alegría por un desenlace feliz de la trama de la obra. Folía era de hecho una de las danzas populares que, a partir de la Edad Media, se desarrollaron en Portugal y, finalmente, en toda la península ibérica. A partir de los siglos XVI y XVII esta danza entró en las fiestas de la aristocracia, consolidando así su esquema básico al cual se referirán compositores como Diego Ortiz y Antonio Martín y Coll con sus folías compuestas respectivamente en 1553 y en 1710, ambas estructuradas a partir de una línea de bajos repetidos sobre la cual se construían e improvisaban variaciones con tonos aristocráticos y populares, en el primer caso en un contexto renacentista, en el segundo barroco.

Diego Ortiz:

Antonio Martín y Coll:

Pero es en Italia donde la Follia, llegando con la invasión española después de 1559, encontró un terreno fértil para desarrollarse plenamente aunque en una forma relativamente diferente a la española. El tema español mantuvo la misma estructura armónica estabilizándose definitivamente en la tonalidad de re menor con las siguientes notas: Re(-Do#-Re-)Mi-Fa-Mi-Re. A partir de esta célula musical varios compositores italianos, en diferentes ciudades, realizaron sus follie: después de una serie de positivos experimentos, categoría a la cual pertenece la hermosa follia compuesta por Andrea Falconieri en 1650, finalmente apareció Arcangelo Corelli con su impresionante y sólida arte violinística. Su Follia romana (ahora sí leemos este nombre con más conciencia y gusto) viaja rápidamente por toda Italia contagiando compositores como Vivaldi, quien en 1705 compone la sonata en trio RV 63, para dos violines y bajo continuo, con la misma estructura pero con un tono extravagante y luminoso, y, cinco años más tarde, Alessandro Scarlatti con sus 29 variaciones para clave “sopra la Follia di Spagna”.

Empezamos con un título, y terminamos hablando del diálogo cultural entre Italia y España: pues esta era la historia, este era el mundo que silenciosamente se escondía detrás de una sonata muy especial: porque, a pesar de las interesantes diferencias que las caracterizan y distinguen, la follia de Corelli es solamente una de las muchas follías que, de Ortiz a Scarlatti, nos ofrecen una mirada privilegiada de la cara más original del barroco instrumental mediterráneo entre los siglos XVII y XVIII: la cara de la extravagancia, de lo exótico, del juego musical, del experimento y del contraste. Una cara que ve en la follia, en la locura y en el frenesí el espacio perfecto para dejar en el pasado las rígidas polifonías renacentistas y desatar toda su nueva energía, y así envolverla en la delicadeza y en la elegancia.

Andrea Falconieri

Arcangelo Corelli

Antonio Vivaldi

Alessandro Scarlatti

Francesco Milella
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