El mandarín milagroso op. 19, Sz. 73 – Bela Bartók (1881-1945)

Bartók compuso el ballet El Mandarín milagroso entre 1918 y 1919, su orquestación la completó hasta 1923

El mandarín milagroso
Por Música en México Última Modificación julio 23, 2020

Tres rufianes, el Mandarín y una mujer

Orquesta Sinfónica de la BBC | Edward Gardner, director

Bartók compuso el ballet El Mandarín milagroso entre 1918 y 1919, su orquestación la completó hasta 1923, y reunió sus seis primeras secciones para presentar una suite orquestal en 1927. Ernö Dohnányi estrenó esta suite en Budapest el 15 de Octubre de 1928. Bartók incorporó en la obra un adusto aire modernista y utilizó como medio una gran orquesta, que incluye alientos triples, cuatro percusionistas, celesta y piano. El ballet, designado como una pantomima, tiene una inusual duración para una representación escénica –un único y prolongado acto. Pero cualquier añadido o recorte hubiera diluido tanto la visceral música como el cautivador erotismo. Consideremos el argumento:

Tres rufianes se refugian en un burdel y contratan a una chica que sirve de carnada para atraer “clientes” desde la ventana; aquellos que se aventuran a entrar son robados. El primero en entrar es un viejo y desaliñado caballero, que es echado del lugar por no tener dinero encima. Un joven también pobre sufre la misma suerte. Luego se les presenta una aparición. En la partitura leemos, “el Mandarín entra y permanece quieto en el pasillo; la chica huye aterrorizada a la parte alejada del lugar. Los rufianes escondidos le insisten que se le aproxime, ella se sobrepone a su miedo y comienza a bailar vacilantemente y luego con más seguridad. El Mandarín la observa con una impávida mirada. Cuando ella se acerca para abrazarlo, él comienza a temblar de fervorosa excitación. Al sentir su abrazo ella siente un escalofrío y trata de alejarse de él. Brevemente libre, ella corre, pero siente una mano que la toma fuerte del brazo, ellos luchan y los rufianes salen de su escondite.”

Aquí termina la suite (apenas una sección de todo el ballet, por lo que no es una suite real). Pero el ballet continua: “Los rufianes atacan al Mandarín y lo despojan de sus joyas y dinero. Los arrastran a una cama e intentan ahogarlo con almohadas y sábanas. Luego lo apuñalan tres veces con una vieja espada. Se tambalea y trata de abrazar a la chica. Lo llevan al centro de la habitación y lo ahorcan de un gancho de lámpara; el Mandarín cae, y en la oscuridad su cuerpo comienza a brillar con una luz verdosa. Por fin, la chica entiende qué los puede salvar. Abraza al Mandarín. Con su deseo aquietado, las heridas comienzan a sangrar, el Mandarín se debilita y muere luego de una corta lucha”.

Una vertiginosa primera sección ilustra las calles de la ciudad y las instrucciones de la chica. Cada uno de sus “señuelos” (así nombrados en la partitura) son presentados clamorosamente por arpegios de clarinete. Un lascivo glissando de trombón caracteriza al viejo acompañado por un tremor de la orquesta, interrumpido por los trombones que terminan en alarido cuando el Mandarín se para en la entrada. Luego de un repentino silencio, él comienza un lento vals que acelera convulsivamente hasta que abraza a la mujer.

Ella se libera simbólicamente con unos tutti en fortissimo. Un característico tema del Este europeo en la cuerda grave y relevado por los violines dibuja una fuga intensa que se interrumpe dos veces cuando el Mandarín se tambalea antes abalanzarse finalmente hacia la mujer. Esto señala el ataque de los rufianes y el estruendoso final de la suite de concierto.

Fuente: Roger Dettmer en allmusic

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