EL Mesías, de Händel: crónicas de una obra maestra

Por Francesco Milella «Espero convencerlo a escribir la música de una nueva antología de textos bíblicos para ejecutarla a su beneficio durante la Semana Santa. […]

Por Francesco Milella Última Modificación abril 25, 2018

Por Francesco Milella

«Espero convencerlo a escribir la música de una nueva antología de textos bíblicos para ejecutarla a su beneficio durante la Semana Santa. Ojalá aproveche todo su genio y experiencia y que esta composición supere todas las que ha escrito hasta ahora, ya que su tema supera por importancia todos los demás». La preocupación de Charles Jennens era más que concreta: sabía muy bien que Georg Friedrich Händel no solía leer ni mucho menos considerar textos y libretos, si no entreveía la concreta posibilidad de una ejecución. Por lo tanto, era poco probable que el genio alemán dedicara un poco de su tiempo a la lectura del texto que Jennens, escritor y fino intelectual de la época, había redactado sobre la figura del Mesías.

Era el 10 de julio de 1741 y, hasta ese momento, no se había presentado ningún concierto con espacio para un posible oratorio. Además, los primeros oratorios de Händel, después de haber abandonado por completo la ópera, no habían encontrado el éxito deseado: el público de Londres ya no quería ópera italiana pero, ahora, frente a un oratorio volvían nuevamente a sentir el deseo de un poco de belcanto. Händel estaba muy confundido y decepcionado.

Probablemente nada hubiera cambiado, ni la frustración de Händel ni las engañosas esperanzas de Jennens, si, pocos meses después, el mismo Händel no hubiese recibido una invitación (sobre la cual muy poco nos es dado saber) desde Dublín para realizar una serie de conciertos instrumentales y corales. Buena remuneración, público culto y deseoso de escuchar nueva música, intérpretes – al parecer–  inteligentes: una oportunidad que Händel no podía, por ningún motivo, perder. El público irlandés podía finalmente ofrecerle la posibilidad de cambiar su ruta y alejarse por un momento de Londres, una ciudad que Händel ya no lograba entusiasmar como antes.

El 22 de agosto Händel comenzó a trabajar sobre el texto de Jennens y, tan solo 20 días después, el 12 de septiembre de 1741 terminó la composición. En noviembre llegó a Dublín organizando inmediatamente conciertos. Pero El Mesías tuvo que esperar hasta el 13 de abril, cuando fue presentado por primera vez en la Music Hall de Fishamble Street, con coros y orquestas locales y un grupo de cantantes que el mismo Handel se había llevado desde Londres. El éxito fue triunfal: la prensa de Dublín llegó incluso a comunicar oficialmente que, para aquellos que asistirían al concierto, estaba estrictamente prohibido que las mujeres vistieran faldas estorbosas y los hombres llevaran espadas, ya que limitaban el espacio y no permitían el acceso a un número mayor de personas.

Anécdotas como esta se pierden en la historia del legendario estreno de El Mesías, un verdadero triunfo, digno de los primeros éxitos británicos. Y así, con el entusiasmo y la energía que Dublín había despertado en él, Händel regresó a Londres para presentar su oratorio en marzo del 1743. Pero, de nuevo, otra desilusión: como ya había sucedido con otros oratorios, el público inglés no aceptaba la ejecución de un tema bíblico en un espacio teatral. Además, no contaba con las arias necesarias que satisfacieran el gusto local. No nos es difícil imaginar la desesperación de Händel frente a un público tan incoherente: no querían la teatralización del oratorio, pero sí querían que tuviera más arias al estilo de la ópera. En fin, pragmático como sólo Händel sabía ser, volvió a retomar la partitura para añadir nuevas arias y cortar largos recitativos, dando inicio a una historia filológica que, aún hoy, sigue animando discusiones entre académicos y músicos.

La historia de El Mesías inició oficialmente en 1750, nueve años antes de la muerte de Händel: a partir de ese año, el oratorio fue presentado anualmente para fines filantrópicos, obteniendo finalmente el éxito que su partitura merecía: con el tiempo el público fue lentamente apreciando El Mesías, ya no como una forma de entretenimiento profano e incluso blasfemo, sino como una obra espiritual, expresión de una religiosidad nueva, abierta y universal, en fin, con El Mesías había nacido una de las obras más importantes de nuestro tiempo.

Francesco Milella
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