Monteverdi: Il ritorno di Ulisse in Patria

por Francesco Milella Después del triunfal debut de L’Orfeo en 1607 en Mantua, y de la muerte en 1612 de su amigo y protector Vincenzo […]

Por Francesco Milella Última Modificación marzo 28, 2017

por Francesco Milella

Después del triunfal debut de L’Orfeo en 1607 en Mantua, y de la muerte en 1612 de su amigo y protector Vincenzo Gonzaga, duque de dicha ciudad, para Claudio Monteverdi ya no había razón de permanecer más tiempo ahí: acompañado por su hermano Cesare, Claudio se vió obligado a volver a su natal Cremona en condiciones de extrema precariedad, sin ningún apoyo ni puesto fijo. Solo la muerte de Giulio Cesare Martinengo, maestro de capilla de la iglesia de San Marcos en Venecia, lo salvó de la desgracia: el 19 de agosto de 1613 Claudio Monteverdi fue oficialmente nombrado sucesor de Martinengo ocupando uno de los puestos más prestigiosos de toda la península italiana.

Durante los primeros años en la laguna de Venecia, Monteverdi se dedicó totalmente a las actividades de la capilla de San Marcos reorganizando el coro, ordenando la amplia biblioteca y contratando nuevos músicos; gran trabajo que contó con el respeto de las autoridades y la aprobación de los venecianos. Sin embargo, muy pronto su admirable labor musical cambiaría totalmente su ruta al volver a retomar el camino que había dejado suspendido tras su partida de Mantua en 1612: la ópera.

La ópera había llegado a Venecia solo a partir de la tercera década del siglo XVII a través de compañías ambulantes de cantantes que, siguiendo las rutas de los cómicos del arte del Renacimiento, solían viajar por toda Italia presentando su repertorio musical en teatros y palacios. El clima y la estructura social veneciana, más burgués y libre de los vínculos aristocráticos que caracterizaban las sociedades de las otras ciudades de Italia, habían alejado la ópera, por primera vez en su historia, de su forma original. Desde 1637, año en que el Teatro di San Cassiano abrió por primera vez sus puertas como primer teatro público en la historia de la música, la ópera había dejado de ser un espectáculo exclusivo para la corte dando espacio al público y a todos los que podían permitirse un boleto de entrada.

Para Claudio Monteverdi la rápida difusión de la ópera en Venecia fue una extraordinaria oportunidad para continuar y renovar la revolución comenzada en Mantua y alimentada durante los años siguientes con breves y fugaces colaboraciones con otras cortes italianas y extranjeras. Las intenciones eran claras pero la realidad era compleja: frente a él ya no había una corte con gustos claros y codificados por la noble tradición renacentista, ya no tenía la protección de un duque dispuesto a apoyar sus experimentos musicales. Ahora, en Venecia, Monteverdi tenía frente a él un público de mercaderes y artesanos con gustos diferentes a los de la corte. Querían sorpresas, maravillas teatrales, músicas amables e historias sencillas.

A estas exigencias responde Il ritorno di Ulisse in patria compuesta para el Teatro de San Cassiano en 1641 sobre el libreto de Giacomo Badoaro. La historia, muy conocida hoy como ayer, cuenta los últimos capítulos de la Odissea de Homero sobre el regreso del mítico héroe griego a su natal Itaca, la lucha con los pretendientes de su palacio y la unión final con su amada Penélope, quien finalmente lo reconoce; todo esto envuelto en el tradicional prólogo alegórico.

El libreto es débil, la estructura es más sencilla de la de L’Orfeo, pero la sensibilidad dramatúrgica de Monteverdi es aún más aguda y madura al dibujar con la música las diferentes emociones que animan a Ulises y Penélope. Los instrumentos siguen siendo los mismos: la música no deja de ser, como vimos con L’Orfeo, un «instrumento para explorar y dar forma a la fuerza teatral, figurativa y psicológica» de  los personajes, su relación con la palabra sigue siendo igualmente mágica y seductora. Como en la primera ópera de Monteverdi, las palabras se dilatan en la boca de Ulises (“Che veggio, ohimè, che miro?”, Acto II, escena III)  y de Penelope (“Di misera regina non terminati mai dolenti affani!”, Acto I, escena I), compartiéndonos sus emociones y sus sensaciones con una fuerza y una profundidad extraordinarias.

Lo que cambia ahora es el resultado musical y teatral, más inmediato, natural y flexible, consciente de la naturaleza trágica y cómica, seria y al mismo tiempo jocosa del ser humano, una naturaleza en la cual el público veneciano y europeo en general podían reflejarse. Con Il ritorno di Ulisse in patria la ópera abandona definitivamente el mundo aristocrático, con sus ritos y tradiciones, para abrirse al público urbano y tomar así un nuevo camino de compromisos y experimentaciones,  siguiendo las rápidas y constantes transformaciones del mundo moderno.

 

Il ritorno di Ulisse in Patria – Harnoncourt

Francesco Milella
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