La música clásica y el saxofón

“En algunos momentos profundo y tranquilo, después apasionado, ensoñador y melancólico, en ocasiones delicado como el soplo de un eco, como el aullido indeterminado y […]

Por Música en México Última Modificación mayo 1, 2017

“En algunos momentos profundo y tranquilo, después apasionado, ensoñador y melancólico, en ocasiones delicado como el soplo de un eco, como el aullido indeterminado y lastimero del viento entre las ramas”. Así describe el compositor Héctor Berlioz el sonido del saxofón.

El saxofón es uno de los instrumentos más recientes del instrumental clásico de la orquesta. El belga Adolphe Sax (1814-1894) lo inventó en 1840. Quería crear un instrumento de viento-madera que uniese el sonido típico de un instrumento de lengüeta, como el del oboe o el del clarinete (en los que el sonido se produce mediante la vibración de una lengüeta de madera introducida en la boquilla), con el volumen de un instrumento de viento-metal. Sax expandió así la familia de los instrumentos de viento-madera con un sonido profundo y capaz de imponerse. Tras sus primeras incursiones en la orquesta y algunos intentos como solista, el saxofón pasó por las bandas militares y encontró finalmente su lugar en el mundo del jazz, en el que se impuso gracias a su enorme versatilidad.

El repertorio clásico se debe en gran medida a la saxofonista y mecenas estadounidense Elisa Hall (1853-1924). Entre 1900 y 1920, encargó a compositores de renombre como Claude Debussy, Florent Schmitt, André Caplet o Vincent D’Indy que compusieran para ella y ella misma ejecutó sus obras. También Alexander Glazunov y Jacques Ibert escribieron conciertos para saxofón.

Cuando ha sido posible, algunos asistentes a conciertos han escuchado alguna vez a un saxofón en la orquesta sin percibirlo aisladamente. Su tono cálido y redondo se mezcla a la perfección con el sonido de la orquesta – como, por ejemplo, en el Bolero de Ravel o en las Suites arlesianas de Bizet. Un lugar preeminente lo ocupa en La Creación del Mundo (1923) de Darius Milhaud, y en Rapsodia en azul (1924) y Un americano en París (1928) de George Gershwin, obras a las que presta su timbre peculiar.

El ideal sonoro de un saxofonista clásico se distingue en gran medida del de un saxofonista de jazz, quien, con una técnica diferente produce un sonido completamente distinto.

Fuente: Annette Kreutziger-Herr y Winfried Bönig, La música clásica:101 preguntas fundamentales, Madrid, Alianza Editorial, 2010.

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