El violín después de Vivaldi

por Francesco Milella Es fascinante seguir los caminos de la música barroca, dejarse guiar por las diferentes rutas que llevaban compositores e instrumentos de Europa […]

Por Francesco Milella Última Modificación febrero 2, 2017

por Francesco Milella

Es fascinante seguir los caminos de la música barroca, dejarse guiar por las diferentes rutas que llevaban compositores e instrumentos de Europa a América cruzándose con culturas insólitas y dando vida a nuevos lenguajes y nuevas formas. Es un laberinto en donde perderse es la única manera para apreciar completamente su caleidoscópica belleza.

Pero, como en todos los laberintos, a veces es necesario volverse a ubicar para perderse de nuevo con mayor conciencia. Es lo que vamos a hacer hoy, regresando a la ciudad donde nació una parte consistente del barroco italiano y de donde se desarrollarán los nuevos caminos de segunda etapa del barroco, la etapa que lentamente nos acompañará al clacisismo europeo.

Volvemos a Venecia, a sus maravillosas iglesias, a sus arístocráticos palacios. Su fuerza económica ya no era la misma que en el Renacimiento: el descubrimiento de América movió el centro de la economía mundial al Atlántico debilitando años tras año el Mediterráneo y a los mercaderes venecianos, que por siglos habían dominado ese mar. Pero su vida cultural y musical se había mantenido viva y activa logrando cautivar la atención de multitudes de extranjeros que cada año visitaban la Laguna para apreciar las delicias musicales que seguían animando los teatros y los palacios.

Vivaldi, al cual dedicamos un ciclo de artículos, fue, junto a Albinoni el gran protagonista de la vida musical de Venecia: su larga trayectoria musical, además de habernos dejado joyas de indescriptible belleza, marcó en su ciudad, y en todo el norte de Italia, un nuevo camino, más moderno. Este nuevo camino se refiere no tanto a la ópera, fugaz y efímera, sino a la música instrumental. Apoderándose de la herencia de Arcangelo Corelli, Antonio Vivaldi desarrolló de manera sorprendente las formas del concierto y de la sonata, perfeccionando su estructura formal en tres partes (allegro – adagio – allegro) y desarrollando su lenguaje armónico y rítmico.

En esta revolución musical participaron otros grandes músicos que, aún sin ser hoy conocidos como lo es el Prete Rosso, dejaron una herencia musical, en algunos casos mucho más determinante en las transformaciones de la música instrumental europea. Protagonista absoluto fue el violín: a partir de su difusión a principios del siglo XVI, este pequeño instrumento, gracias a su ductilidad, su flexibilidad y expresividad, fue ocupando una posición dominante ante los demás instrumentos en  el norte de Italia.

Aunque afortunadamente la historia nos ha entregado una lista de nombres y obras mucho más extensa, vamos a focalizar nuestra atención en cuatro compositores que, más o menos lejos de Venecia pero siempre bajo su directa o indirecta influencia musical, trazaron nuevos caminos para la música instrumental italiana.

Francesco Antonio Bonporti (Trento 1672- Padua 1749), Pietro Antonio Locatelli (Bérgamo 1695- Amsterdam 1794), Giovanni Battista Somis ( Turín 1686 – 1764) y Francesco Geminiani (Lucca 1687 – Dublín 1762) retomaron la tradición corelliana y vivaldiana adaptándola a sus nuevos lenguajes y exigencias musicales. Su lenguaje, más allá de peculiares diferencias y características, presenta todos los tradicionales elementos que ya hemos aprendido a reconocer en la música barroca, aplicados a un contexto más uniforme, coherente y sólido.

Ya no se trataba de experimentar sino de perfeccionar y difundir. Y a este doble objetivo se dedicaron estos cuatro compositores, viajando por toda Europa acompañados por su violín y sus partituras: de Amsterdam donde Locatelli terminó sus días como violinista y profesor, a Dublín y Londres donde Geminiani vivió hasta su muerte, pasando por París, siguiendo la ruta de Somis, la música instrumental de Corelli y Vivaldi superó rápidamente los Alpes para dibujar un nuevo, fascinante laberinto para la música barroca italiana.

Francesco Milella

 

Francesco Antonio Bonporti: invenzioni a violino solo

 

Pietro Antonio Locatelli: Sonata para violín n. 2 op. 8

 

Giovanni Battista Somis: Concierto para violín en Sol mayor

 

Francesco Geminiani: Concerto Grosso en Mi menor

Francesco Milella
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