8 de abril 2018

Sinfonía no. 5 op. 64

La primera mención de Tchaikovsky de su Sinfonía no. 5, aparece en una carta del 27 de mayo de 1888 dirigida a su hermano Modesto, a quien confesaba su temor de que su imaginación se había “secado”. Le perseguía el temor de que ya no tenía más que decir musicalmente. Pero no cedía fácilmente ante sus temores. “Espero reunir, poco a poco, material para una sinfonía”, escribe en la misma carta. Y el mes siguiente escribe a su patrona y corresponsal, madame von Meck : “Ahora trabajaré lo más que pueda. Estoy muy ansioso de probarme a mí mismo, y a los demás, de que no estoy agotado como compositor….¿Le escribí que intento escribir una nueva sinfonía? Al principio fue difícil pero parecer que me ha llegado la inspiración, ya veremos”.

Tras una de sus giras europeas más importantes, en la que conoció a Brahms y a Grieg y escuchó una sinfonía del joven R. Strauss (que calificó de insincera y antinatural), el compositor decide apartarse del “mundanal ruido”. Se ha apuntado que Tchaikovsky sufría de cierta neurastenia crónica que le impedía disfrutar, e incluso, digerir los festejos y ovaciones que pocos compositores habían conocido en vida.