La Filarmónica de Los Ángeles concluyó la celebración de su primer centenario con gran ímpetu al reunir la Novena sinfonía de Beethoven. Himno a la alegría, con una obra comisionada a la compositora mexicana Gabriela Ortiz (1964).
A Ortiz le comisionaron una obra que hiciera pareja con la 9ª. de Beethoven – hazaña nada fácil; de hecho, Ortiz relata que el espanto le duró y no durmió por un mes ante el desafío de enfrentarse con la Novena. Gabriela Ortiz es egresada de la Escuela Nacional de Música UNAM. Sus padres fueron músicos del famoso ensamble Los Folkloristas.
Comenta el diario Times de Los Ángeles: “Dudamel escogió bien. La obra de Ortiz – Yanga – estrenada el 27 de octubre por la Filarmónica de Los Ángeles, bajo la dirección de Gustavo Dudamel, no sólo se defiende sino que posee una fuerza a la par del tumulto y fuerza arrolladora de la Novena. Claro está que, musicalmente, es totalmente distinta. La obra de Ortiz tiene una duración de 17 minutos y contó con la participación de Tambuco, el afamado cuarteto de percusionistas mexicanos, y del Master Choir de Los Ángeles”.
Gaspar Yanga fue un negro cimarrón traído de África en el siglo XVI (1579) por traficantes de esclavos. Logró escapar y se refugió en las faldas del Pico de Orizaba, donde reunió a numerosos negros fugitivos, mestizos y aún españoles prófugos de la justicia y estableció una especie de reino independiente del Virreinato. Como creció demasiado la fuerza de este grupo y cometía asaltos en caminos y poblados, el virrey envió una fuerte expedición que sometió a los rebeldes y tomó prisionero a su cabecilla.
Logró negociar con la Corona española la fundación, en 1609, de San Lorenzo de los Negros, el primer asentamiento libre de toda América, ahora llamado Yanga, en Veracruz.
El Times de Los Angeles continúa: “Libertad!” es la palabra repetida por el coro (texto de Santiago Martín Bermúdez) que complementó perfectamente a la Novena – eso y la fuerza apabullante que es Yanga. La pieza inicia con la voz casi inaudible del coro que va en aumento hasta alcanzar una tensión sobrecogedora. Después de una pausa, un crescendo de los violines estalla con los sonidos de las percusiones.
“Al igual que en la Novena, el coro está utilizado con maestría, sin alcanzar el presto logrado por algunas versiones de la Novena, pero extiende un gran espacio sonoro equivalente a los temas libertarios del texto”.
Gabriela Ortiz no renuncia a su deseo de que Yanga llegue a la ópera. Fuentes: R. Daniel Foster, Los Angeles Times, Erika P. Bucio, Reforma; Juan Palomar de Miguel, Diccionario de México, México, Trillas, 3ª. edición, 2005.
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