Murió a los 82 años Louis Andriessen, el compositor neerlandés más destacado –quizás– desde la muerte de Jan Pieterszoon Sweelinck del siglo XVII. Andriessen personifica a la música de vanguardia desde la década de los sesenta del siglo XX.
Venerado maestro celebrado por su gentileza, Andriessen escribió música resonante, dura y feroz. “La instrumentación de una típica partitura de Andriessen incluirá una importante sección de saxofones y metales, guitarras eléctricas, tambores y sintetizadores todos gritando al unísono”, escribió un crítico británico, Ivan Hewlett en 2002 (Daily Telegraph). Una obra titulada Unión de trabajadores (1975) señala que la dotación es para “cualquier grupo instrumental resistente y ruidoso”.
Hoketus (1977)
Otro crítico musical británico, John O’Mahony, del Guardian, llamó a Andriessen el compositor contemporáneo más omnívoro. Sus primeras composiciones “son rigurosamente seriales, a la manera de Boulez o Stockhausen pero más tarde, en los setentas, dio un gran salto del modernismo al posmodernismo y adoptó un estilo más cercano al minimalismo de Steve Reich, Terry Riley y Philip Glass. En su trayectoria musical ha devorado muchos otros géneros – desde la música concreta hasta la electrónica, el jazz y el rock. Sin embargo, las mejores piezas de Andriessen son una combinación muy personal y agresiva de todas sus influencias.”
En ocasiones, la música de Andriessen refleja su humor sardónico: Las nueve sinfonías de Beethoven, para orquesta ambulante y campana de vendedor de helados irritó y divirtió al público en su estreno en 1970. Después, en los primeros años setenta, se negó a escribir para orquesta y conservó sólo algunos instrumentos del ensamble tradicional, junto a guitarras eléctricas, bajo eléctrico y congas.
Elegie (1957)
En una entrevista de 2010, con el N.Y. Times, comentó: “Soy escéptico de la orquesta. Creo que el problema no es sólo la mentalidad de las orquestas en sí y el público. Se trata también de que el sonido que quiero lograr es muy distinto al que produce una orquesta. Un amigo del Concertgebouw de Amsterdam siempre me está pidiendo que escriba algo para ellos, y siempre le contesto: ‘Algún día, ¿quién sabe?’ Pero cuando compongo una pieza, quiero escribir cómo escucho la música. Y eso implica quedarme con la mitad de la orquesta y agregar muchos otros instrumentos que su orquesta no tiene.”
Andriessen capturó la atención mundial después del estreno de De Staat, su brillante ambientación de una sección de La república de Platón, para conjunto instrumental y cuatro voces femeninas. Su fama posterior se debió en gran medida a la difusión de su obra grabada y auspiciada por el gobierno neerlandés que se envió sin costo a estaciones de radio en todo el mundo.
De Staat (1976)
Andriessen nació en Utrecht en 1939, en el seno de una de las familias de músicos más ilustres de Holanda; su madre era pianista y su padre organista, director y compositor.
Después de estudiar con Luciano Berio en Italia, Andriessen se estableció en Amsterdam donde permaneció el resto de su vida. “Si estoy trabajando en una pieza, le dedico de 4 a 5 horas diarias; cuando escribo, todo, hasta tomar café, sucede conforme a un plan.”
En Estados Unidos, Andriessen ocupó la cátedra de composición en Carnegie Hall y fue nombrado compositor del año en 2010 por la revista Musical America. Ganó el premio Grawemeyer de composición musical en 2011 por su ópera La Commedia, y en 2016 el premio Kravis de música nueva que incluyó la comisión de su obra orquestal Agamenón, para la Filarmónica de Nueva York. También trabajó con el director Peter Greenaway en varios proyectos cinematográficos y en dos óperas.
Fuente: Tim Page, Washington Post.
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