La música tradicional de Tabasco

Los primeros instrumentos musicales de que se tiene registro en Tabasco fueron de percusión y de viento.

Por Música en México Última Modificación junio 22, 2022

Los primeros instrumentos musicales de que se tiene registro en Tabasco fueron de percusión (teponaztli o tunkul, conchas de tortuga golpeadas con astas de venado, sonajas) y de viento (caracoles, silbatos, flautas de carrizo). Aunque la música autóctona de la entidad se perdió por la influencia europea, aún quedan algunos instrumentos y vestigios de las tradiciones dancísticas y musicales prehispánicas en los bailes rituales que realizan grupos étnicos como los tzeltales (ubicados en algunas zonas del sur de Tabasco), los zoques (que habitan en los municipios de Tacotalpa y Huimanguillo, al sur de la entidad) y los chontales (que se autodenominan yokot’anob o yokot’an y viven en la Chontalpa, región localizada en la parte media de Tabasco).

Una de las danzas emblemáticas de los tzeltales es el Baile del toro, en el que un miembro joven de la comunidad se disfraza de ese animal y realiza una danza —que representa la lucha del hombre por la sobrevivencia— antes de ser perseguido por todos los espectadores. Una vez capturado el danzante, se simula su sacrificio y se prepara un banquete en el que se come carne de toro verdadero.

Entre los bailes rituales propios de las comunidades zoques se encuentra la Danza de la pesca de la sardina¸ que se realiza cada año en Villa Luz, Tacotalpa, en la Cueva de la sardina ciega. Originalmente, esta danza era parte de una ceremonia de petición para obtener una pesca abundante. Hoy en día, es una danza celebratoria de la Cuaresma. En ella participan un grupo de pescadores y un viejo o mayordomo. Todos van vestidos con camisa y pantalón de manta y un sombrero, y cada uno de los pescadores porta una canasta llena de flores, una vela encendida y un puñado de hojas de barbasco, un planta que contiene una toxina narcotizante. Al ritmo de la música interpretada con una flauta de carrizo, los danzantes forman en la entrada de la cueva un círculo, en cuyo centro se coloca el mayordomo. Cuando este se arrodilla, los pescadores se sientan. El mayordomo pide al abuelo de la cueva que les conceda una pesca abundante, y una vez que termina su plegaria, los pescadores se levantan y empiezan a ejecutar su danza, que consta de diversos sones interpretados con flauta y tambor. Cuando terminan, colocan las flores y las velas en la entrada de la cueva y comienzan el descenso hasta el lago que se encuentra en su interior. Ahí raspan entre el agua las hojas de barbasco y preparan sus canastas para llenarlas con el mayor número posible de sardinas, que —narcotizadas— salen a la superficie. En la creencia zoque, la cantidad de peces atrapados pronostica la abundancia de la cosecha para esa temporada.

Ritual de la pesca de las sardinas (fragmento)

Por su parte, una de las danzas rituales más importantes entre las comunidades chontales de Tabasco es sin duda el Baila viejo (Ak ot tuba noxib), originaria del municipio de Nacajuca. Con esta danza se rinde homenaje al Gran Viejo, figura legendaria que enseñó al pueblo chontal a sembrar y a utilizar las herramientas agrícolas. Ejecutada exclusivamente por varones, la danza del Baila viejo se lleva a cabo en la víspera de todas las fiestas patronales importantes. En ella, dos o cuatro danzantes — ataviados con pantalón y camisa de manta, dos paliacates rojos atados a las muñecas, una sonaja llamada chinchín en la mano derecha, un pequeño abanico circular de palma en la mano izquierda y con el rostro cubierto con un máscara de madera de cedro rojo tallada de forma que asemeja las facciones de un anciano, complementada con una larga cabellera elaborada con la fibra de la corteza de un árbol llamado jolocín— bailan descalzos, moviéndose en círculos y marcando el ritmo con la sonaja, agitando el abanico mientras levantan los pies a intervalos para golpear con fuerza el suelo, lanzando gritos de júbilo. El Baila viejo se ejecuta durante toda la noche con acompañamiento de flauta y tambor, que interpretan sin cesar aproximadamente 300 sones tradicionales. De hecho, lo que indica la etapa del ritual en que se encuentran los danzantes es el son que se esté interpretando en ese momento. Al tratarse de una danza reverencial, no de celebración, cuando se interpreta el Baila viejo todos los espectadores guardan silencio y lo único que se escucha es la música y las exclamaciones de los bailarines.

Danza del Baila viejo (fragmento)

Mención aparte merece la extraña y misteriosa Danza del Pochó, que se baila en el Carnaval de Tenosique y es una de las poquísimas danzas que se han mantenido prácticamente intactas a lo largo de los siglos y a pesar del inevitable sincretismo religioso y cultural. Su tema es la lucha entre el bien y el mal, con la subsiguiente purificación del hombre. En ella participan tres tipos de personajes: los cojóes, las pochoveras y los jaguares o tigres. Los cojóes son varones que llevan la cabeza y el rostro cubiertos con una tela blanca que les cae sobre los hombros y la espalda como una especie de capa y que se sujeta con dos paliacates, uno amarrado a la frente y el otro cubriendo la boca para distorsionar la voz. Sobre la cara usan una máscara de madera con facciones grotescas y bigotes, barbas y cejas de gruesa fibra. Llevan el tórax envuelto en un saco de henequén, la cintura cubierta con hojas verdes de castaña y la parte que va de las rodillas a los pies envuelta con hojas secas de plátano. Rematan tan curiosa vestimenta con unas polainas elaboradas con fragmentos secos de tallos de plátano (los cuales, al caminar, hacen las veces de una gran sonaja) y un sombrero tejido adornado con abundantes flores y hojas de caña. En la mano derecha portan una caña de jimba (bambú) y una sonaja llamada chiquís o chikish, que es un tubo hueco de aproximadamente metro y medio de largo hecho con la rama de un árbol llamado guarumo, sellado en ambos extremos con cera y en cuyo interior se depositan puñados de semillas secas de una planta llamada chángala. Por su parte, las pochoveras son mujeres que llevan blusas blancas adornadas con tiras bordadas de colores en las mangas y el cuello, faldas amplias y largas con diseños florales, un paliacate rojo sobre los hombros y un sombrero de palma ancho, adornado con tulipanes naturales y hojas de caña. Su capitana lleva en la mano derecha una gran bandera roja, que agita constantemente. Finalmente, los jaguares o tigres son danzantes que llevan el cuerpo embadurnado con barro amarillo y adornado con manchas negras de carbón o pintura. Solo visten un taparrabos, y sobre la espalda llevan una piel de jaguar que conserva la cabeza, la cola y las garras del animal. La cabeza del jaguar cubre la cabeza del danzante (cuya frente está adornada con flores), y las garras se cruzan sobre su pecho y cintura para proporcionarle libertad de movimiento y permitirle tocar un silbato que lleva colgado al cuello. El grupo de ejecutantes se completa con dos músicos (flauta de carrizo y tambor).

La Danza del Pochó se baila por la mañana e inicia con todos los participantes recorriendo las calles del pueblo y bailando en cada esquina. Los cojóes llevan recipientes con agua o harina que arrojan sobre los espectadores, a los que también hacen víctimas de diversas bromas. De pronto la flauta empieza a tocar una melodía triste con acompañamiento del tambor y las pochoveras, en silencio, forman un círculo que gira hacia la derecha. Cuando la música de la flauta cambia, entran los cojóes haciendo gran alboroto y formando un círculo alrededor de las pochoveras, pero girando hacia la izquierda. La música vuelve a cambiar para indicar que los jaguares se aproximan. Entonces las pochoveras deshacen su círculo y se retiran mientras los cojóes forman parejas y extienden cuerdas sobre el suelo, moviéndolas hacia arriba y hacia abajo. Uno tras otro, los jaguares saltan las cuerdas (que representan la frontera entre el caos y el orden) y entran al círculo hasta que todos quedan en el centro. La danza se reanuda y las pochoveras vuelven a acercarse, ahora para formar un círculo alrededor de los cojóes. Después de un momento, la música de ambos instrumentos cambia abruptamente y los cojoés escapan del círculo, lanzándose sobre el público. Los jaguares los persiguen y los toman de la cintura para llevarlos nuevamente al centro, donde los tiran al suelo y bailan a su alrededor, sentándose sobre ellos. La música cambia de nuevo, los cojóes se ven invadidos por una especie de temblor en el cuerpo y vuelven a ponerse de pie. Entonces se forman parejas de jaguares y cojóes, y juntos empiezan a perseguir al público, que huye en desbandada. Cuando los danzantes logran capturar a algún espectador, el tigre lo levanta como costal y no lo deja libre sino hasta que paga alguna gratificación.

Danza del Pochó (fragmento)

El mestizaje producto de la conquista dio origen a instrumentos musicales como arpas, violines y guitarras elaborados sobre modelos europeos pero con materiales y diseños locales. Además, en su esfuerzo por evangelizar a los pueblos de la región, los misioneros españoles modificaron en gran medida los elementos y el sentido de prácticamente todas las danzas rituales indígenas, que incluso se vieron relegadas a ser interpretadas fuera de los espacios sagrados. Con el tiempo se ha ido perdiendo el significado original de la música, los bailes, las vestimentas y las máscaras, así como el carácter sacro de los instrumentos, que antiguamente se guardaban celosamente y solo eran utilizados en las ceremonias donde los ejecutantes establecían una comunicación con el plano sobrenatural. Únicamente en las comunidades más aisladas se ha conservado cierto respeto hacia el sentido místico de la música y los bailes rituales, aunque no exento de la fascinante complejidad adicional que les proporciona el sincretismo cultural. Así, entre las danzas tradicionales del estado de Tabasco no resulta extraño encontrar algunas que son más bien representaciones teatrales de pasajes bíblicos con una enseñanza cristiana, por ejemplo la Danza de David y Goliat, que incluye abundantes diálogos entre los protagonistas. En esta danza participan 10 personajes: San Miguel Arcángel, David (generalmente interpretado por un niño), Goliat, el capitán Luzbel, un lagarto o dragón, dos negritos y tres soldados. San Miguel Arcángel lleva el rostro cubierto con una máscara de madera que tiene una larga cabellera elaborada con jolocín y va vestido con pantalón y camisa blancos, chaleco verde, paliacates rojos atados en la cintura, la cabeza y las dos muñecas, dos cruces de madera en la mano izquierda, un lanza en la mano derecha, zapatos negros y cascabeles en los tobillos. David lleva camisa azul, pantalón corto de color rojo adornado con cintas blancas, un chaleco adornado con plumas, zapatos negros, cascabeles en los tobillos y una lanza en la mano derecha. El gigante Goliat lleva pantalón y camisa de color blanco, un pantaloncillo de color guinda, paliacates amarrados en la cintura y en la mano izquierda, un machete de madera en la mano derecha, zapatos negros, cascabeles en los tobillos y una máscara de madera con cabellera de jolocín. El capitán Luzbel lleva pantalón y camisa de manta, chaleco negro, paliacates rojos amarrados en la cintura, la cabeza y el cuello, una cruz de madera en la mano izquierda, una lanza en la mano derecha, el rostro cubierto con una máscara de madera con cabellera de jolocín, zapatos negros, cascabeles en los tobillos y, colgada en la espalda, una cabeza de lagarto tallada en madera, que simboliza el Mal. Los negritos llevan rifles de madera, un paliacate rojo en la cabeza, una máscara de madera con una bolita en la frente, chaleco negro, pantalón gris hasta la espinilla con botones laterales y cascabeles en las rodillas y los tobillos. El lagarto o dragón lleva paliacates en la cabeza y la cintura, máscara de madera, chaleco negro, un cinturón con cascabeles y, amarrada en la parte baja, una cabeza de lagarto tallada en madera. Por último, los soldados llevan el rostro cubierto con una máscara de madera y portan paliacates rojos en las muñecas y la cintura, una lanza de madera en la mano izquierda y cascabeles en los tobillos. La danza se divide en tres partes —El advenimiento de San Miguel Arcángel, La pasada del lagarto y La muerte del gigante—, cada una de ellas subdividida en varios cuadros donde se recitan diálogos en verso que narran la acción y en los que David y Goliat discuten sobre la superioridad de sus respectivos jefes (Dios y el diablo). Al final, David da muerte al dragón y a Goliat con la ayuda de los negritos, que son comparsas cuyas chuscas intervenciones causan las delicias del público. Puesto que está prohibido bailar dentro de la iglesia, la representación de la Danza de David y Goliat se lleva cabo en la explanada frente al templo.

Tamborileros de Tucta, Nacajuca interpretan un son del Baila viejo

Temática similar tiene la Danza del caballo y el gigante, también llamada Baila gigante, en la que los protagonistas son el apóstol Santiago (que se desplaza dentro de un caballito blanco fabricado con madera, cartón y tela), el gigante Goliat (que lleva el rostro cubierto con una máscara de madera con larga cabellera de jolocín y que entre los ojos tiene marcada en rojo la pedrada con que David le dio muerte), el arcángel San Miguel, el rey David y tres soldados a las órdenes de Goliat. Al ritmo de sones interpretados con una flauta de carrizo y dos o tres tambores (aunque en versiones más modernas la alineación instrumental consta de uno o dos saxofones, bombo y tarola), y acompañados por los ofrecedores (personas encargadas de recoger ofrendas), estos personajes recorren las casas del poblado reuniendo las flores, frutas y velas con que se llevará a cabo la celebración de la Virgen de la Asunción. Mientras los ofrecedores recolectan las dádivas, Santiago, Goliat y sus compañeros bailan frente al altar de cada vivienda. Luego, las ofrendas se llevan a la puerta de la iglesia, y los danzantes, los músicos y los ofrecedores dan una vuelta en torno al templo. Únicamente estos últimos tienen permitido entrar a la iglesia para depositar las ofrendas frente al altar, mientras los danzantes y los músicos permanecen afuera, bailando e interpretando sones sin dejar de dar vueltas alrededor del templo. Cuando los ofrecedores vuelen a salir, inician oficialmente los festejos en honor de la Virgen.

Igualmente ligada al periodo de la conquista se encuentra la Danza del caballito blanco, también llamada Baila caballito, en la que se representa un combate entre los indígenas tabasqueños y los invasores españoles. En esta danza participan un indígena (que lleva una máscara de madera pintada de color café y con cabellera de jolocín, un machete en la mano derecha y una sonaja en la mano izquierda), un jinete español (que va dentro de un caballo hueco elaborado con una armazón de madera cubierta con una tela blanca adornada con motivos florales bordados y en cuyos costados cuelgan las “piernas” del jinete, confeccionadas con tela y unos zapatos de niño. En la mano derecha el español lleva un machete, y con la mano izquierda simula llevar las riendas del caballo) y los promeseros, que son las personas encargadas de seguir a los danzantes llevando ofrendas de frutas, flores y velas. Después de recorrer las calles del pueblo bailando al ritmo de sones interpretados con una flauta de carrizo y un tambor, el nativo y el español se enfrentan a machetazos en la explanada de la iglesia hasta que finalmente el jinete vence al indígena y le da muerte.

Danza del caballito blanco

Una de las situaciones comunes que se vivió en Tabasco desde el periodo colonial y que no cesó sino hasta bien entrado el siglo XIX fue el comercio de esclavos africanos. La presencia africana en tierras tabasqueñas está plasmada en la Danza de los blanquitos, baile probablemente introducido en la entidad a finales del siglo XIX. En esta danza participan los blanquitos (que llevan todo el cuerpo embadurnado con lodo calizo y una cruz de achiote —pigmento natural de color rojo— pintada en el pecho, y van vestidos con calzón de manta y un penacho cilíndrico adornado con papel picado de colores. Su capitán porta en la mano derecha una bandera blanca, la cual agita rítmicamente durante el baile), un capataz negro (danzante que se pinta el rostro y el cuerpo con betún o tizne de carbón y viste un chaleco de color brillante, pantalón oscuro, sombrero de copa o bombín y pipa, además de portar en la mano derecha un látigo) y la esposa del capataz (que también va pintada de negro y lleva arracadas, una falda roja y un paliacate rojo anudado en la cabeza como turbante). Al compás de dos únicos sones interpretados ininterrumpidamente con una flauta de carrizo y una concha de tortuga golpeada con un asta de venado, los blanquitos bailan en círculos alrededor del capataz y su mujer, emitiendo gritos. Después de un rato, el círculo se rompe y los blanquitos forman dos filas, dando pasos hacia adelante y hacia atrás. Al lado de una fila baila el capaz, y al lado de la otra, su esposa. Pronto se vuelve a formar el círculo, con el capataz y su mujer bailando en el centro. La acción se repite en el mimo orden hasta que concluye la música.

Danza de los blanquitos

Otras danzas tradicionales tabasqueñas son la Danza de los comales y la Danza de los pájaros. La Danza de los comales se baila como homenaje a la fertilidad de la tierra y en ella participan únicamente mujeres, que llevan largos vestidos con aberturas a los lados y escote cuadrado adornados con grecas y  dibujos de pirámides y mazorcas de maíz. Las bailarinas forman figuras, hacen reverencias a los cuatro puntos cardinales y dan pequeños saltos y vueltas al ritmo de música interpretada con flauta de carrizo y tambor, sin dejar de sostener en cada mano un comal de barro. A su vez, la Danza de los pájaros evoca el cortejo amoroso de las aves y es ejecutada en parejas. Todos los danzantes van descalzos y llevan en la mano derecha una sonaja que agitan al compás de la música, interpretada con flauta de carrizo y teponaztli. Los hombres usan un taparrabos adornado con plumas, mientras que las mujeres llevan un vestido negro con aberturas en los costados y adornado con plumas y diseños de colores. Sin embargo, el elemento característico de los ejecutantes son las llamativas figuras de pájaros que llevan en la cabeza, elaboradas con cartón y engrudo sobre una armazón de alambre o madera y adornadas con plumas.

Danza de los comales

Tanto las danzas religiosas como los bailes profanos tabasqueños suelen ser interpretados por los tamborileros, uno de los dos tipos de agrupaciones musicales representativos de la entidad. Reminiscencia del pasado prehispánico, los grupos de tamborileros están constituidos por un número indeterminado de integrantes (antiguamente debían ser únicamente cuatro, ya que representaban las fuerzas sobrenaturales de la cosmovisión yokot’an: el viento, la tierra, el fuego y el agua), los cuales tocan dos tipos de instrumentos elaborados artesanalmente: una flauta de carrizo y tambores de madera. La flauta se encarga de la melodía, y puede ser chul, que posee una boquilla de pluma fijada con cera y emite un sonido melancólico ideal para acompañar danzas como la Danza del Pochó, o pitu, que es más parecida a una flauta de pico y emite un sonido alegre más acorde con bailes como la Danza de los pájaros. A su vez, los tambores se encargan del acompañamiento y también son de dos tipos: p’i hobén o tambor hembra —que es de tamaño pequeño, tiene tonalidad aguda y se amarra con un cordel grueso de algodón a la cintura del ejecutante (a la altura del estómago) para percutirlo con dos baquetas de madera— y noh hobén o tambor macho —que es de tamaño grande, tiene tonalidad grave y se sostiene con una corra de cuero cruzada sobre el hombro derecho del ejecutante para percutirlo con dos baquetas de madera o con un asta de venado. Ambos tambores se elaboran en una sola pieza con madera de caoba, cedro, ceiba o macuilí (también llamado palo de rosa), escarbando hasta obtener las dimensiones necesarias y dejando un contorno circular en el que posteriormente se tensará una piel de venado, amarrada con tallos de bejuco. En años más recientes se agregó a la alineación instrumental de los tamborileros, sobre todo en los municipios de Centro y Cunduacán, un tambor mucho más pequeño, de aproximadamente 12 cm de largo y 8 cm de diámetro, cuyo sonido es todavía más agudo que el del tambor hembra. La vestimenta tradicional de los tamborileros se compone de pantalón y camisa de manta, morral tejido con hilo de henequén, paliacate rojo anudado al cuello, sombrero chontal (inconfundible sombrero de alas muy anchas y copa alta de cuatro picos, elaborado con palma) y huaraches de piel. Este atuendo se puede complementar con un bush o bux (especie de cantimplora elaborada con un guaje, que contiene agua o pozol, el cual es una bebida tradicional elaborada con maíz y cacao) y un machete guardado en una funda de cuero. Entre los temas que no pueden faltar en el repertorio de los tamborileros se encuentran sones como La siembra, El toro tabasqueño, El borrachito, El aguacate, El torito y El asistoy.

La siembra

El otro conjunto musical característico de Tabasco son los grupos de marimbas, surgidos entre los siglos XVIII y XIX como producto de la aportación cultural de la población de origen africano, cuya presencia fue fundamental para el enriquecimiento estilístico de la música de la entidad. Los primeros registros de marimbas construidas en Tabasco se encuentran en la localidad de Mactún, en el municipio de Balancán. Este instrumento de percusión tiene como origen el balafón africano, instrumento idiófono con teclado de madera y resonadores de calabaza, y en sus inicios se caracterizó por poseer una sola hilera de teclas y un sonido un tanto apagado. Fue hasta finales del siglo XIX que el constructor de marimbas chiapaneco Corazón de Jesús Borras Moreno (1877-1960) creó la primera marimba de doble teclado, lo cual permitió a los ejecutantes interpretar la melodía y el acompañamiento al mismo tiempo y, con ello, tocar prácticamente cualquier tipo de música en la escala cromática. Extendido el uso de la marimba de doble teclado en todo el sureste de México, en Tabasco rápidamente se formaron y popularizaron grupos de marimbas dedicados a interpretar los más diversos sones y canciones populares para amenizar todo tipo de eventos sociales. Con el tiempo se fueron agregando instrumentos como el saxofón, la trompeta, la batería y el bajo eléctrico (razón por la que muchas de estas agrupaciones pasaron a denominarse “marimba orquesta”), y el repertorio se amplió para incluir valses, chotis, boleros, danzones, salsas, cumbias y hasta corridos. Entre los grupos de marimbas más famosos de la entidad se encuentran Flor de Cacao, Alma Tropical, Maderas que Cantan, Rayito de Alba, Alegría y Sabor, Perlas del Sureste, Reina del Trópico, la Marimba Hermanos Flores, la Marimba Hermanos Escalante, Diosa del Tepetitán, la Marimba Hermanos Acosta, Lira de Villahermosa, Esperanza Tabasqueña, Voces del Grijalva y la Marimba Ciprián Landero.

Marimba Voces del Grijalva: Vamos a Tabasco

Representativos del estado de Tabasco son los zapateados o zapateos, breves piezas de carácter festivo cuya manifestación bailable —similar a la jarana yucateca y al huapango veracruzano, y también denominada zapateado o zapateo— exige velocidad, agilidad y precisión por parte de los ejecutantes. Los primeros zapateados tabasqueños datan de la época colonial, en la que eran interpretados por pequeñas agrupaciones formadas por un violín, una guitarra y una jarana. Posteriormente se fueron agregando instrumentos como el clarinete, el helicón (instrumento de viento-metal parecido a la tuba y predecesor del sousafón), el bombo y la tarola, aunque hoy en día lo habitual es que sean interpretados por grupos de tamborileros o de marimbas. A mediados del siglo XIX, el cantante y jaranero de ascendencia cubana Manuel Burelo empezó a ponerles letra. Su nieto, el flautista, guitarrista y compositor Julián Urrutia Burelo (1881-1951), llegaría a convertirse en uno de los músicos tabasqueños más ilustres, autor de valses y piezas de salón (Isabel, Idilio, Murmullos del Usumacinta), canciones (Juramento de amor, Hogueras de amor, Rosas de abril), unas Mañanitas tabasqueñas y numerosos zapateados, entre los que sobresalen La tutupana, La chicharrita, Mi contí y El manco de León, este último dedicado al general Álvaro Obregón y adoptado en 1924 como himno del Partido Socialista Radical de Tabasco.

El manco de León

Como dato adicional, otro músico tabasqueño de ascendencia cubana (originario de Guanabacoa, distrito de la Provincia de La Habana, su padre llegó a Tabasco en 1869 en calidad de refugiado político) fue el guitarrista, contrabajista y compositor Lauro Aguilar Palma (1883-1965), prolífico autor de canciones y boleros que gozaron de fama en la década de 1930 como Al pie de tu ventana, A orillas del Grijalva, Los celosos, Ausencia, Nada espero, Déjate besar, Ojos tabasqueños, Sonrisa de oro y Tristes recuerdos, además de los huapangos El cuchi cuchi, El curripipí y El torito bravo y las marchas militares Los girondinos, Obregón en Tabasco, General Abelardo L. Rodríguez y Sol de libertad.

La lista de zapateados que se cantan y bailan en Tabasco es innumerable. Cada región de la entidad cuenta con los suyos, y los temas que abordan son los más diversos. El atuendo típico para bailarlos consiste en pantalón y camisa de manta, cinturón negro, paliacate rojo anudado al cuello, zapatos negros y sombrero de palma, para los hombres, y falda larga floreada o con tiras de colores, blusa con tiras bordadas en el cuello y las mangas, rebozo, zapatos negros y el cabello peinado en chongo (turux) con dos flores de tulipán en el lado izquierdo, cuatro peinetas (roja, azul, amarilla y verde) que representan las cuatro regiones de Tabasco y moño debajo del chongo, para las mujeres. Por otra parte, a veces en el transcurso de la ejecución de un zapateado la música y el baile se interrumpen para que se digan bombas, que son cuartetas recitadas con las que el varón hace una galantería o un reproche —siempre con un toque de picardía e ingenio, pero sin faltar al respeto y a la cortesía— a su dama. La mujer le contesta en igual tono, el público reconoce con aplausos y risas la agudeza,  y luego la música y el baile continúan.

La flor del maíz

Entre los zapateados representativos del estado se encuentran El sinsontle, El gavilán pollero, La feria y El carnaval (escritos por José Luis Inurreta, también autor de la canción El palomo tabasqueño), Chontaléamelo mi vida y La flor de la Chontalpa (escritos por Trinidad López Villegas), El popalito (escrito por Samuel Magaña Cortés), El tabasqueño (escrito por José Luis Peña Valencia, autor también de las canciones Tabasco y Jicaritas, el vals Villahermosa y el bolero Ven), Me gustan las de mi tierra y El chintul (escritos por Crisóstomo Gallegos), El hombre del sureste (escrito por Pedro Gutiérrez Cortés, también autor de las canciones Santanera y Tardes de Tabasco), Hazme un pozol, mi vida (escrito por Perfecto G. Pérez, también autor del chotis No te vayas sin mí), Villahermosa, Te espero en el acahual y Anochecer tabasqueño (escritos por Cecilio Cupido Rosaldo, también autor del vals Hoguera de amor, la marcha Calle Zaragoza, la danza El cucayo y las canciones De la Chontalpa a la sierra, No me digas adiós, Noche tabasqueña, Amor frontereño —con letra del poeta y periodista José María Bastar Sasso— y Mis blancas mariposas —con letra del poeta José Claro García—), El pachuli, El tulipán y Pochitoque jahuactero (escritos por Alfonso Vicens Saldívar), Comalcalco (con música de Paco Solís y letra de Felipe Lugo), La flor del maíz (con música del clarinetista michoacano o sinaloense Mónico Chávez y letra de José María Bastar Sasso), Cunduacán (escrito por Ausencio Martínez Luna), El ranchero (escrito por Pedro Sosa Carrasco), El platanero (de autor anónimo), La balada de la sierra (con música de Juan Sosa Mazariego y letra de José María Bastar Sasso), La flor de la calabaza y ¡Viva la Chontalpa! (escritos por Adelaido Madrigal), La caña brava (también conocido como El indio enamorado, con música de autor anónimo y letra del poeta y periodista Limbano Blandín Andrade) y el famosísimo El tigre (escrito por Antonio de Dios Guarda, autor también de El sisguá, El gato negro, La flor de caña y La pulga en el calcetín, entre otros zapateados). Uno de los más famosos autores de versos y bombas para zapateados fue Manuel Laureano Arrázola Hernández, conocido como el Choco tabasqueño, también autor e intérprete de canciones como Luna de Tabasco, Pa’ Jonuta, El ganadero, Teapa la bella, Con garabato y machete, Ay mojo maistro y Serenata tabasqueña.

El choco tabasqueño: Ay mojo maistro

Tabasco cuenta también con destacados representantes de formas musicales como la danza, el vals, la mazurca, el chotis, el bolero e incluso el corrido, entre los que hay que mencionar a Juan Jovito  Pérez, autor del vals Déjame besar tus manos y de las danzas No temas mi olvido, Verte y adorarte, Paloma blanca y La tenguayaca; Benito Corzo, autor de la mazurca Mírame siempre y de las danzas Será un pecado quererte, Tus ojos son mi vida y ¡Qué bonito es amar!; Carlos Ramos, autor de las danzas Julianita y El negro melenudo; Francisco Quevedo Ara, autor de la mazurca Quiéreme como yo te quiero, la danza Te sigo amando y el vals Si vieras lo que sufro; Manuel Pérez Merino, autor de canciones como Villahermosa, Camino de frontera, Flores y estrellas, Primavera tabasqueña, Luna sobre el Grijalva y Tacotalpa; Manuel Ramos, autor de las mazurcas Acércate vida mía y Te amaré toda la vida; Mario Díaz, autor del corrido Así es Tabasco; Luis Jaidar, autor de los valses Campanitas de plata y Llorando; Julián Jaidar, autor del vals Luisa Georgina; María Espinosa Gil, autora del vals Grijalva; Ezequiel López Ocampo, autor del vals Yolanda y de la canción Quiéreme; Salvador Manrique, autor de la canción La voz del infierno verde, y José del Rivero Azcuaga, autor de temas como Guíndame la hamaca, Luna de frontera, El canalete, Mercado de Villahermosa y Vamos a Tabasco. Cabe mencionar que muchos de los sones, zapateados y canciones característicos de Tabasco alcanzaron notoriedad en todo México gracias a las interpretaciones de la cantante Dora María Pérez Vidal (1933), nacida en Tamulte De Las Barrancas, Villahermosa, y conocida como La chaparrita de oro.

Manuel Pérez Merino: Villahermosa (canta Dora María)

Finalmente, es necesario señalar que entre 1910 y 1950, el notable intelectual y político Francisco Javier Santamaría (1889-1963), nacido en el municipio de Jalapa, Tabasco y que fue gobernador de la entidad de 1947 a 1952, se dedicó a compilar piezas musicales tradicionales del estado, las cuales entregó al compositor y crítico campechano Gerónimo Baqueiro Foster (1892-1967) para que las analizara y organizara. Con este material se formó el libro Antología folklórica y musical de Tabasco, el cual es referencia obligada para el estudio de la música tradicional tabasqueña, su evolución instrumental y sus diversos géneros.       

El tigre

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Redacción. Música en México tiene la misión de promover la música clásica – y la música nueva – en México, y de dar a conocer una selección de las actividades musicales en el resto del mundo.

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