Ópera Real de Suecia
Régine Saint Laurent | Elin Rombo |
Marie | Beate Mordal |
Philippe | Jeremy Carpenter |
André Letourner | Conny Thimander |
François | Ruben Lundström |
Sophie | Nadja Sjöström |
Orquesta Real de Suecia | |
Música | Rufus Wainwright |
Libreto | Rufus Wainwright y Bernadette Colomine |
Concertador | Jayce Ogren |
Escena | Mårten Forslund |
Escenografía | Sabine Theunissen |
Iluminación | Linus Fellbom |
Vestuario y maquillaje | Jeanette Stener |
Una estrella en caída libre
La prima donna, la diva, la estrella adorada. En todo momento, ha estado fuertemente relacionada con las artes escénicas y la música, tanto como artista e intérprete como personaje de ficción. Como audiencia, nos atrae su luz estelar, la perfección en la expresión, sus habilidades sobrenaturales. Pero también nos fascina la altura de la caída de su pedestal, cautivados por los sacrificios que ha tenido que hacer y por el precio que ha pagado. La prima donna es un papel otorgado y que se ha visto obligada a asumir, y a su alrededor hay un elenco fijo de actores secundarios: los devotos fanáticos y detractores, colegas y gerentes, críticos y agentes que tienen su rol en el espectáculo que sostiene la idea de la estrella exaltada.
En la ópera Prima Donna de Rufus Wainwright, experimentamos su fascinación por la diva, la función que tiene en nuestras vidas como icono, héroe, modelo a seguir, comodidad e inspiración. También podemos ver el mundo desde su perspectiva, cómo se ve obligada a estar a la altura de las expectativas cada vez mayores que se ha impuesto a sí misma y a las expectativas reales e imaginarias que otros le han puesto. La encontramos en una serie de situaciones rodeada de personas que actúan con jerarquías absurdas y estructuras establecidas y que a su vez intentan estar a la altura de sus roles asignados.
Nuestra prima donna, Régine Saint Laurent, es una estrella en caída libre. Su vida ha girado completamente en torno a la ópera: todo lo que puede y quiere es practicar su arte. El canto y el teatro son toda su identidad. Cuando se los quitan, lo pierde todo. Muchos de nosotros podemos reconocernos muy bien en su destino, sobre todo durante la pandemia que ha azotado al mundo, donde se han arrebatado a tantas personas las oportunidades de trabajo y contacto humano, y con ello gran parte de nuestra identidad.
Para Régine, las expectativas se convierten en una prisión y la identidad perdida en un agujero negro. Pero en algún lugar del caos, siente una oportunidad para liberarse de su papel, ve una luz que brilla a través de la gruesa cortina. Y su acto de resistencia crea una reacción en cadena donde se permite que el teatro se resquebraje.
Aquí, la situación de la diva se convierte en un espejo en el que nos descubrimos a nosotros mismos y en un modelo a seguir para dar forma a nuestra propia identidad. Crear un papel que pueda ser el héroe de su propio drama.
Quizás eso explique por qué para muchos de nosotros es una santa patrona y un icono. Ella es tanto una víctima como un héroe, un ser humano y una diosa. Y, como todos nosotros, es un poco más grande que la vida.
Mårten Forslund, director de escena
Fuente: OperaVision
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