Sonatas para piano op. 109, 110 y 111

Quizá una de las sonatas más bellas de todo el ciclo, la op.109 es una obra hija ya de un romanticismo pianístico pleno. Está dedicada a Maximiliano Brentano.

Beethoven sonatas
Por Música en México Última Modificación abril 7, 2021

Sonata para piano en mi mayor, op. 109

Andras Schiff, piano

Quizá una de las sonatas más bellas de todo el ciclo, la op.109 es una obra hija ya de un romanticismo pianístico pleno. Está dedicada a Maximiliano Brentano y tiene momentos que anticipan con claridad a Schubert y Schumann, como si se pasara la estafeta entre estos genios. La obra, terminada “de un solo tirón” durante el verano de 1820, consta de tres movimiento que en el estilo típico de Beethoven contravienen la forma clásica. Los dos primeros son de marcha rápida y el último una joya de tema y variaciones de carácter apacible.

El Vivace ma non troppo inicial de ocho compases está formado de arpegios “partidos” en donde Beethoven entreteje una melodía de dos frases. Esta culmina en un acorde amplio que deja entrever una sección recitativa, de fantasía libre llena de cromatismos, que funciona como segundo tema. El Tempo primo retorna llevándonos al desarrollo y a una recapitulación. Sin interrupción alguna inicia el segundo movimiento en mi menor. El ritmo recuerda a una giga en la que el bajo en sus primeros ocho compases desempeña un papel esencial.

Uno de los más admirables movimientos lentos de Beethoven es el Andante molto cantabile. Consta de un tema y seis variaciones. Las seis variaciones son simples paráfrasis del tema; la primera es una variante melódica de cualidad caprichosa, pero plácida; la segunda consta de dos breves variantes sucesivas, la primera articulada por el recurso de armonías quebradas del primer movimiento, la segunda por una suerte de coral; sin transición entra un allegro vivace de humor clasicista en donde está involucrado un juego de separación y acercamiento de las manos con dos materiales, unas escalas con tendencia descendente y otro de alturas solas, punteando un acorde; la cuarta variación tiene primero una melodía envolvente que es imitada en diversas instancias en las dos manos, para después contrastar con una sección menos lineal y más estática de acordes quebrados; inicia después una variación contrapuntística que recuerda la fórmula típica de la fuga; finalmente, la sexta variación regresa al tempo primo con un coral que comienza a integrar en las voces externas alturas repetidas. Se da una extrapolación entre voces internas y externas. Las voces interiores oscilan hasta el punto de acelerarse en un trino de veintitrés compases. Finalmente, el tema se recapitula íntegro dando reposo al agitado estado de la variación anterior.

Sonata para piano en la bemol mayor op.110

Hélène Grimaud, piano 

Esta sonata es similar en construcción y espíritu a la opus 101. Ambas son líricas, inician con movimientos profundamente expresivos y terminan con dos fugas monumentales de una gran energía acumulativa. Las dos sonatas fueron compuestas durante el periodo gestativo de la Novena y contienen indiscutibles elementos que aparecen en aquella obra. La op.110 se publicó en 1821 y su ausencia de dedicatoria quizá sugiere algo del estado de aislamiento del maestro para ese entonces, si se toma en cuenta que una clara mayoría de las sonatas fueron dedicadas a mecenas, amigos, mentores y enamoradas.

La sonata inicia con un movimiento de un lirismo exultante. Se da una acusada transición entre tonalidades distantes, las sorprendentes modulaciones son frecuentes. Aunque los principales elementos de la forma sonata aparecen aquí, son tratados con tanta libertad y fluidez, que más simulan improvisaciones o fantasías que verdaderos temas. Las ideas se suceden unas a otras en una especie de generación espontánea.

El scherzo es corto, dinámico y conciso, pero lo que sigue es difícil de especificar, dado el hecho de que todo el movimiento se toca sin ninguna interrupción. En todo caso hay dos elementos que se combinan un Arioso lento y una fuga. El arioso es precedido de un extraordinario recitativo, tomado casi exclusivamente de la Sinfonía coral. La fuga inicia brillante y triunfal y despeja el ambiente grave del recitativo. Y cuando alcanza su mayor intensidad reaparece el arioso en otra tonalidad. La melodía se quiebra en pequeños fragmentos rítmicos de una gran expresión. Finalmente, retorna la fuga con su tema invertido en brusca inflexión a la tonalidad central.

Según Turina, “Beethoven emplea aquí la fuga como un medio expresivo, casi dramático. Expresa la lucha contra el abatimiento y después anuncia la vuelta a la vida, a la esperanza en un himno de triunfal alegría. Esta sonata es, pues, un drama moral puesto en música”.

Sonata para piano en do menor, op.111

Evgeny Kissin, piano

Con esta sonata Beethoven remató de manera magistral y sublime el mundo de sus sonatas para piano. También con este extraordinario poema sonoro, uno de los más admirables de toda la música pianística, dijo adiós al teclado. La sonata op. 111 apareció hacia enero de 1822 y fue dedicada por el editor Schlesinger al archiduque Rodolfo, en abril de 1823. La misma sangre de la Misa Solemnis y la Novena corre por las venas de esta obra.

Esta es la quinta sonata del ciclo que cuenta sólo con dos movimientos. El primero es una forma-sonata y el segundo un tema y variaciones. Considerada como una expresión de la filosofía beethoveniana, el primer movimiento de la sonata nos recuerda al joven y rebelde que desafía su propio destino, mientras que el segundo movimiento, la Arietta de inefable belleza, al poeta que ha encontrado la paz y fortaleza en la resignación.

Como en la Sonata Patética, la op. 111 tiene una lenta y corta introducción que define la tonalidad y sienta un preámbulo para la acción que va a desarrollarse. El allegro tiene dos temas, uno ha sido considerado por Schauffler como la melodía más portentosa y enérgica de toda la música, y otro, de orden tormentoso, trágico y desafiante, hasta que muere tranquilamente en la tonalidad de do mayor.

La arietta pertenece a un mundo completamente distinto. Viene de un reino ideal que aparece en la lejanía como una pausada procesión que adquiere brillo y notoriedad conforme pasan los compases. Se trata de un tema y variaciones que, a través del mencionado proceso, desemboca en otra de las típicas cabalgatas beethovenianas de ritmo punteado. Esta vez se trata, según algunos musicólogos, de uno de los anuncios más visionarios de Beethoven; ya que quizá esta sección contiene un “groove jazzero” antes de que cualquier cosa parecida fuera escuchada y se generalizara en el contexto de la música norteamericana de inicios del s. XX. Desde luego, este momento es sólo piedra de toque para retornar al más sublime Beethoven, el de las últimas variaciones llenas de un intenso lirismo y de sumisión ante su propio destino. Como comentara Bekker, “en las páginas finales, el hermoso canto se oye cada vez más espiritualizado, más desmaterializado.” Las alturas agudas sostenidas por un trino nos descubren una visión inaccesible a lo terrenal. Hasta que la cabeza del tema en la región grave anuncia, por su propio peso, el inminente final.

Fuente:

Bonilla, Luis Ernesto. Las treinta y dos sonatas para piano de Beethoven. Tercer mundo editores. Bogotá-Colombia.

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