Les Arts Florissants, dirige Paul Agnew

Por más que Monteverdi sea asiduo compositor en el estilo de la seconda prattica, no representa una vanguardia rupturista que nada quiere saber del pasado inmediato. Aunque lo pretendiera, no podría permitirse tal lujo, ya que se debe a su oficio tanto en la corte de Mantua como en la maestría de capilla veneciana donde el estilo tradicional (conocido como stile grave, stile a capella, stile antico, stile osservato, stile legato) era de alguna manera oficial de la música religiosa, en la que sólo paulatinamente se irían infiltrando procedimientos nuevos.  La seconda prattica sería el idioma de la nueva música profana, de la que no se desterraban perentoriamente procedimientos propios de la prima prattica y encontrará en los ocho libros de madrigales monteverdianos su gran monumento, que de 1586 a 1638 van marcando el primer período de manifestación y consolidación del Barroco musical y sus logros y señas de identidad.

La canción profana italiana ha encontrado sus primeras experiencias en los canti carnascialeschi de Florencia, en la versión religiosa de éstos, los laudi, y sobre todo en las frottole (de las cuales el iniciador de la imprenta musical Ottaviano Petrucci publicó once libros entre 1504 y 1514). Precisamente en la corte de los Gonzaga en Mantua (a la que serviría más tarde Monteverdi) y por obra de la duquesa Isabel d’Este las frottole alcanzarían gran proyección, para desde allí irradiar por todo el norte italiano. Este género (que encuentra su ámbito de florecimiento de 1480 a 1540 aproximadamente) es una manifestación del sentir nacional musical ante la invasión de la canción franco-flamenca: frente a la complejidad de la polifonía de importación, prefiere la sencillez armónica, en que las voces proceden de acuerdo a la sílaba del texto, con predominio de la melodía que es confiada a la voz superior, mientras las restantes partes van a cargo de un instrumento polifónico.