Camarena, Sierra y Daza en el Liceu

El principal problema del bel canto, como repertorio, es que la tradición lo ha orientado sustancialmente hacia el delirio.

Camarena
Por Música en México Última Modificación julio 21, 2021

El principal problema del bel canto, como repertorio, es que la tradición lo ha orientado sustancialmente hacia el delirio. Hacia el delirio vocal, más específicamente, convirtiendo toda su consistencia dramática en un asunto secundario. De un tiempo a esta parte las propuestas escénicas se afanan en subrayar el calado teatral de este repertorio, pero lo cierto es que, en ausencia del delirio vocal, el bel canto puede resultar muy anodino.  

Afortundamente, en esta Lucia, a fuer de perseverancia y paciente espera, terminó por llegar el susodicho delirio, de la mano de Javier Camarena, en la escena final de su Edgardo. Camarena es grande, sobre todas las cosas, por su musicalidad, por una mezcla realmente sublime de dicción, acento y puro sonido. Con estas funciones en el Liceu prácticamente se podría decir que retomaba su actividad regular sobre los escenarios teatrales, tras un año y medio de pausa, reposo y replanteamiento, haciendo frente a una crisis vocal que ha sido también motivo para un profundo análisis sobre los derroteros que debe tomar su carrera de ahora en adelante.Dicho lo cual, Camarena sonó al principio cauteloso, que no inseguro, como asegurándose de estar pisando suelo firme a cada nota. Fue midiendo sus fuerzas, ganando proyección y afianzando su confianza sobre las tablas del Liceu, dejando numerosas muestras de su buen hacer. Pero en la escena final volvió a ser el Camarena de siempre, el de antes, el que puede robarse el show con apenas diez minutos de puro bel canto. Nuevamente, el tenor mexicano optó por el vertiginoso oppure en ‘teco ascenda’, como hiciera en el Teatro Real en 2018, en su debut como Edgardo.

La soprano Nadine Sierra debutaba en el Liceu y lo cierto es que dejó un sabor agridulce con su Lucia. A mi parecer, sus medios no son ahora mismo los ideales para este repertorio. No se mostró desahogada en el sobreagudo ni especialmente vertiginosa en la coloratura. Su voz posee un indudable atractivo, gracias a un centro nítido y bien timbrado, de grato color y con una proyección más que notable. Pero, para que me entiendan, la encontré mucho más cómoda con la Manon de Massenet que le escuché en Burdeos hace un par de años. Además, a su Lucia le faltó por encima de todo alma, intenciones, texto… En su Lucia daba la impresión de haber una distancia insalvable entre los sonidos y las emociones.Convenció por lo general el Enrico del también mexicano Alfredo Daza, barítono de medios amplios y bien timbrados, aunque de acentos algo rudos. Su personaje fue de un solo trazo, sin esas dobleces que tanto se agradecen a la hora de encarnar la perfidia. Buen hacer en conjunto por parte del elenco de comprimarios, destacando el Normanno de Moisés Marín y la Alisa de Anna Gomà, junto a Mirco Palazzi (Raimondo) y Emmanuel Faraldo (Arturo).

En el foso el maestro italiano Giacomo Sagripanti presentó una versión por lo general grisacea y alborotada de una partitura que requiere mucha más disección y finura. Su Lucia sonó rimbombante y por momentos ruidosa, con pasajes francamente mejorables, como el célebre sexteto que sonó aquí con manifiesto desconcierto. Además, su fraseo fue muy obvio, subrayando apenas lo evidente y desperdiciando multitud de ocasiones para elevar el tono dramático de la velada. Apenas destacó Sagripanti por un acompañamiento funcional a las voces, con unos tempi muy marcados y poco imaginativos, cuadriculados en exceso. A sus órdenes, la orquesta del Liceu sonó menos entonada y flexible que en recientes apariciones. Hubo titubeos, desajustes, volvieron las trompas a sus andadas… Tampoco el coro del Teatre lució una de sus mejores noches.

La producción de Barbara Wysocka, procedente de la Bayerische Staatsoper -como el reciente Otello de Verdi-, fue concebida en su día para una pareja de cantantes muy específica: la soprano Diana Damrau y el tenor Pavol Breslik, bajo la batuta de Kirill Petrenko, en 2015. La propuesta jugaba entonces con la idea de una Lucia asimilada con la figura de una joven de buena familia, de las élites norteamericanas, a lo Jackie Kennedy, que había sido seducida por un latin lover, a lo James Dean. Pero mucho me temo que esa lógica no termina de funcionar con dos solistas como Nadine Sierra y Javier Camarena, que se mueven en coordenadas distintas: por su personalidad, por su físico, por el momento de sus respectivas carreras… En resumidas cuentas, la propuesta de Wysocka pasa aquí en el Liceu sin pena ni gloria, reducida apenas a un decorado anodino y un tanto desconcertante.

Fuente: Alejandro Martínez, en Platea.

Música en México
Escrito por:
Redacción. Música en México tiene la misión de promover la música clásica – y la música nueva – en México, y de dar a conocer una selección de las actividades musicales en el resto del mundo.

Comentarios

Escucha en directo
Música en México +
mostrar radio