Como parte del Festival Estrellas de Ópera, y después de recitales protagonizados por la diva Joyce DiDonato y el célebre tenor Jonas Kaufmann, tocó la noche a Javier Camarena. Esto sucedió la semana pasada en el Teatro Real de Madrid, según reseña el diario El País:
“El recital del viernes de Javier Camarena fue muy diferente [al de Kaufmann] aunque también tuvo menos historia. Los recitales con orquesta tienen también sus propias reglas: oberturas y preludios orquestales como peaje obligatorio para poder escuchar al divo de turno en un puñadito de arias de ópera. El tenor mexicano cantó cuatro arias en la primera parte y otras tantas en la segunda. Ni una más.
Al contrario que Kaufmann, el repertorio estaba muy bien elegido: piezas que conoce muy bien y ha interpretado con frecuencia, que se adecuan como un guante a su voz, agrupadas en una primera parte francesa y una segunda italiana, y con exigencias técnicas que iban de menos a más. En ellas, Camarena hizo lo que mejor sabe: cantar con efusividad, dibujar perfectamente las frases (abrirlas, mantenerlas, cerrarlas) y –lo que más deseaba el público– emitir agudos, escritos o inventados, con pasmosa facilidad. Del triple Si en Gounod pasó al triple Do (el tercero atacado sin preparación) e incluso un Re bemol en la romanza del protagonista de Dom Sébastien de Donizetti.
Fue justo a continuación de estos alardes cuando Camarena se dirigió al público, reiterando, en la línea de DiDonato y Kaufmann, las declaraciones de amor: en las dos direcciones. Pero fue más divertido cuando animó a su compatriota Iván López-Reynoso a que atacara la última aria de la primera parte (de Rita de Donizetti) con un sabroso “¡Dale…!”
Lástima que fuera justamente aquí donde se produjeron los desajustes más ostensibles entre orquesta y cantante, achacables exclusivamente a la batuta. El jovencísimo director, con un largo proceso de maduración por delante, ofreció versiones correctas y ortodoxas de todas las piezas orquestales, bien concertadas, pero poco más, y revelando sus carencias especialmente en la obertura de L’italiana in Algeri, preludio de las excelentes agilidades de Camarena como Lindoro, coronadas por uno de esos agudos no escritos por Rossini.
El tenor frasea siempre con gusto, sin perder nunca el brillo ni el color de su voz. Los Donizetti finales, donde destacó el excelente trompeta solista en la extensa introducción del aria de Ernesto en Don Pasquale, en la que Camarena emitió otro impecable Re bemol, volvieron a demostrar el esplendor vocal de Camarena en este momento de su carrera. En el aria de Roberto Devereux, el entusiasmo de los aplausos interrumpió la llegada de la cabaletta, llamada a poner fin al recital por todo lo alto”.
Fuente: Luis Gago en El País, Madrid, 16/01/21
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