W.A.Mozart (1756-1791) escribió una docena de conciertos para instrumentos de viento: clarinete, corno, fagot, flauta y flauta y arpa, oboe y trompeta. Todos han gozado de gran preferencia a través de los siglos; sin embargo el concierto para clarinete tiene mención aparte.
Concierto para clarinete y orquesta
El Concierto para clarinete y orquesta, en La mayor, K.622, es el último concierto escrito por Mozart para instrumento solista y orquesta. Concebido en 1791, en un momento de relativa serenidad y confianza, este concierto fue dedicado al músico Anton Stadler, amigo y “hermano” masón, a quien había dedicado ya el trío “de los bolos” K498 (en 1786) y el quinteto K581 (en 1789).
Considerado por algunos críticos como la obra maestra del “último estilo” mozartiano (mérito compartido con el último concierto para piano K595), el K622 muestra desde los primeros compases que el primer imperativo que debía conseguir era la delicadeza expresiva y tímbrica; como si no quisiera turbar la distensión y serenidad de la atmósfera, ha prescindido incluso de las trompetas y tímpanos así como de los acidulados oboes, toda vez que la tonalidad de La mayor también se encuentra “llevada a la esfera de una alegría sobrenatural, sosegada y estática”.
El concierto más personal de Mozart
El material melódico es increíblemente variado y complejo pero a través de las posibilidades ofrecidas por el instrumento; la atención de Mozart parece únicamente reservada a las sugestiones tímbricas y a la transparencia sonora. Algunas apreciaciones sobre este Concierto para clarinete:
“Entre La flauta mágica y el Réquiem, el Concierto para clarinete se eleva como un himno a la fraternidad universal” (Parouty).
Escrita en las últimas semanas de su actividad creadora, de todas las obras del maestro este concierto es el más personal (Robbins Landon).
“Esta obra es plenamente digna de los contiguos esplendores de La flauta mágica y demuestra a la perfección que, en vísperas de la muerte, la fantasía creadora de Mozart se estaba aprestando para emprender quién sabe qué caminos inimaginables” (Dal Fabbro).
Fuente: Amedeo Poggi/Edgar Vallora, Mozart, repertorio completo, Barcelona, Ediciones Cátedra, 1994.
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